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26      acuden o viven en la Fundación superan los 40 años y vienen de vidas y experiencias
               educativas muy diversas. Es decir, tenemos un grupo etario al que, de partida, le cuesta
               más abrirse a nuevos esquemas y formas de aprendizaje, además de tener niveles en
               la materia muy dispares. A esto se suma que atendemos a personas de Centro de Día
               y Residencia que requieren cuidados muy especializados –y que acuden en franjas
               horarias marcadas por esas necesidades. Eso significa que no podemos realizar los
               grupos ni compensando habilidades motoras, ni aprendizajes, ni ningún otro parámetro
               –porque los horarios de las escuelas están marcados por las pautas médicas, la ruta
               que los trae al centro o los horarios de rehabilitación del gimnasio, por poner algunos
               ejemplos. La primera vez que puse todas estas dificultades sobre el papel, yo misma
               me pregunté: «¿Cómo lo hacemos?». Porque además, como ocurre en la mayoría de
               las Fundaciones, la falta de dinero hace que los responsables de las escuelas apenas
               tengamos tiempo para preparar las clases –y esa, sinceramente, creo que es la mayor
               dificultad a la que nos enfrentamos.


               PE: ¿Y cómo conseguís superar todas esas dificultades?


               GU: Creo que la clave es la flexibilidad y la adaptación constante: tener muy claro que
               trabajas con personas con necesidades muy específicas y que cualquier proyecto que
               propongas tiene que abrirles, a cada uno y a cada una, la posibilidad de participar, de
               disfrutar y de aprender. Y para eso, empleamos el aprendizaje colaborativo y significativo,
               el desdoblamiento y diversificación de tareas, el registro del proceso, el compartir todas
               y cada una de las etapas del proceso creativo –todo ello en la medida de nuestras
               posibilidades, por supuesto.

               PE: ¿De qué forma pueden constituir las artes una herramienta terapéutica para
               las personas con diversidad funcional?


               GU: Diría que el arte en general es terapeútico para cualquier persona. Para mí, la clave
               quizá está en descubrir cómo asimilamos o empleamos esa herramienta cada una o
               uno de nosotros. Yo, que soy guionista, por ejemplo, tengo clarísimo que escribo porque
               me ayuda a entenderme, a entender a los otros y al mundo en general. Pero también
               creo que hay algo fundamental que tiene que ver con el disfrute y la apreciación de lo
               bello cuando te sumerges en una tarea creativa. El arte es belleza y la belleza despierta
               lo mejor de nosotros como seres humanos, nos conecta y le da sentido al compartir.
               ¿Cómo no nos va a sentar bien eso en una sociedad tan competitiva e individualista
               como la que nos rodea? Además, está demostrado científicamente que el arte le sienta
               bien a nuestro cerebro y a todo nuestro ser. Es fundamental para nuestro crecimiento
               y nuestro desarrollo.


               PE: ¿Y específicamente el arte cinematográfico?


               GU: Para mí la herramienta cinematográfica –o el audiovisual en general– tiene un
               potencial pedagógico brutal. Nos muestra que es posible ver las cosas de otra manera,
               nos moviliza para trabajar en equipo, para descubrir habilidades que pensábamos que
               no teníamos… He visto peques descubriendo su sensibilidad sonora, sintiéndose por
               primera vez reconocidos en un grupo donde nunca habían destacado. He disfrutado,
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