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Fundación del Lesionado Medular
por ejemplo, viendo a personas adultas descubriendo su facilidad para encuadrar y
cómo eso les ha hecho sentirse empoderadas y animadas a la vez. Hay tantas tareas
atractivas en el cine que es casi imposible que alguna no te resulte interesante –si
alguien las comparte contigo desde la pasión y el disfrute. Y, por supuesto, para las
personas con diversidad funcional hacer cine puede ser un regalo. Que una persona
no pueda moverse del cuello para abajo no significa que no pueda decidir dónde y por
qué colocar la cámara, o que no pueda incluso hacer un estupendo plano secuencia
desde la barra que le permite pilotar su silla con la boca. Tendemos a sobreproteger
a las personas con diversidad funcional, decidiendo por ellas muchas cosas que
podrían decidir ellas mismas –especialmente si son nuestros familiares. Por eso, darles
el acceso a la creación, a las infinitas decisiones que implica una película, creo que
resulta realmente terapeútico. Invitarlas a ver y a hacer cine permite que recuperen algo
de la la autonomía y el disfrute que conlleva esa libertad. Y aunque sólo dure un rato,
aunque sólo les evada del dolor por unas horas, merece la pena abrir esa ventana de
libertad y belleza –porque, una vez abierta, la luz no deja de entrar.
PE: ¿En qué medida os ha afectado la COVID-19?
GU: La pandemia ha marcado un antes y un después en la Fundación, porque trabajamos
con personas especialmente vulnerables al virus. La lesión medular hace que muchas
de ellas tengan dificultades respiratorias provocadas por la falta de movilidad. A esa
fragilidad hay que sumarle la media de edad que, en Residencia, es cada vez más elevada.
Por eso la pandemia nos afectó muchísimo. Se cerró el Centro de Día y, en la Residencia,
en los peores momentos, los residentes estuvieron aislados en sus habitaciones. Fue
muy duro física y psicológicamente –pero también efectivo y responsable por parte de
la Fundación. Tuvimos muy pocos fallecidos y, de hecho, posteriormente se reconoció