Page 31 - PLATINO EDUCA
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y subiéndose a los árboles), es más que una metáfora conmovedora, emocionante, 31
de esa soledad que impera en 1977, al comienzo de la democracia española, en
miles de pueblos de la geografía española. La acción transcurre, precisamente, en
los días previos a las primeras elecciones democráticas desde 1936, y en un pueblo
prácticamente abandonado del bellísimo norte de la provincia castellana de Burgos.
Gracias a Platino Educa he tenido el goce de volver a la película. El candidato que se
presenta a diputado socialista, antiguo luchador antifranquista, Víctor Velasco (Juan Luis
Galiardo, espléndido en el papel), llega allí en busca del voto de los únicos pobladores:
Cayo, su mujer y otro vecino con el que no se habla y que no llega a aparecer.
De las escenas que a cualquier espectador le quedarán en la invisible memoria hay
una que ennoblece la condición humana: es cuando los visitantes le recuerdan a Cayo
las condiciones en que vive, sobrias, enjutas, durísimas. Él, sorprendido, les contesta:
«Pero yo no soy pobre», porque «todo lo que está, sirve». También destaca en la película
la escena de las abejas, en la que Cayo imparte una soberana lección de dignidad,
honradez y sencillez, todo en unas cuantas frases humildes, sabias. Cayo posee esa
sabiduría popular que tanto deslumbrara, también por los campos de Castilla, a Antonio
Machado.
Nueve son las películas basadas en obras de Miguel Delibes, y siete de ellas a disposición
de un proyecto de instrucción pública tan fascinante como Platino Educa, pero pocas
han sido capaces de mostrar a un personaje tan inolvidable como ese Sr. Cayo. Sí, el
cine también tiene sus magias.
Fernando R. Lafuente
Director del Máster Cultura
Contemporánea del Instituto
Universitario de Investigación Ortega
y Gasset y secretario de redacción de
Revista de Occidente