Page 30 - PLATINO EDUCA
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30      Desde las primeras filmaciones, las novelas, sobre todo, fueron el material del que estaban
               hechos los sueños cinematográficos. El incipiente cine español no fue una excepción.
               Se versionó Don Juan Tenorio (1910), El abuelo (1925) de Galdós… y así transcurrió el
               siglo XX. El cine también se convirtió en feliz expresión del escritor cubano Guillermo
               Cabrera Infante en Un oficio del siglo XX. Pero la suerte de las distintas adaptaciones
               fue diversa, distante y distinta. Ante la avalancha se llegó a una primera conclusión,
               no exenta de cierta maldad: «De una buena novela se hace una mala película y de una
               mala novela, una buena película». Razones no faltaban.


               En el caso del escritor vallisoletano, castellano viejo, Miguel Delibes, se dio una feliz
               conjunción, porque buena parte de sus excelentes novelas fueron llevadas a la que se
               llamó la gran pantalla –con suerte, no podía evitarse, variopinta. Es buena la enseñanza de
               algunos escritores cuando advierten que ellos han cedido los derechos de adaptación,
               pero no quieren saber nada del guión ni del rodaje.


               Delibes tuvo suerte, pues entre todas las novelas que se transformaron en películas,
               algunas rompieron el tópico: de una buena novela surgió una gran película. Entre
               otros, fue el caso de Los santos inocentes (1984) y de una novela tal vez menor, pero
               que logró una versión cinematográfica más que aceptable: El disputado voto del
               señor Cayo (1986). Aquello fue una anticipación. Una idea recurrente en la obra de
               ficción y en los libros de viajes, de andar y ver, de Delibes, es la salvaguarda no sólo
               de la Naturaleza, sino de las formas de vida cercanas a su conservación. Por decirlo
               en palabras más rotundas: de los que viven de ella, la cuidan, la miman, la protegen y
               extraen, con ancestral cuidado y respeto, sus riquezas. Otro aspecto recurrente en la
               obra de Delibes, y que estos días adquiere plena vigencia, es la denuncia del éxodo
               descomunal que se produjo hacia los años cincuenta, sesenta y setenta del mundo
               rural a las grandes ciudades españolas, cuando no europeas.


























               El disputado voto del Sr. Cayo
               (Antonio Giménez-Rico, 1986)



               Delibes ya señala a lo que ahora se ha denominado «la España vacía» (Sergio del
               Molino). En la versión de Antonio Giménez Rico de la novela de Delibes, el personaje
               del Sr. Cayo que interpreta, soberanamente como siempre, Francisco Rabal (74 años
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