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Esta fórmula de incluir una marca, producto                                                         23
            o mensaje dentro de la película es lo que
            se conoce como product placement o
            posicionamiento del producto, y muchas
            empresas la han incorporado en su
            estrategia de comunicación, marketing
            o publicidad. La creación de agencias
            especializadas en 1978 la convirtieron
            en un verdadero arte y, a la vez, crearon
            métodos para medir sus efectos y retornos,
            estableciendo reglas y límites que evitan
            la publicidad engañosa.

            No solo el producto o la marca pueden
            tener un protagonismo destacado en
            las producciones cinematográficas. Hay
            otro aspecto más sutil y sensible, como
            es la intención de influir en la creación
            de modelos de comportamiento y de
            actuación que también se incorpora en             Los hermanos Lumière, pioneros en la introducción
            las tramas.                                       de marcas en el cine (Institut Lumière)



            Toda una generación de jóvenes se identificaron con James Dean y empezaron a
            utilizar, como acto de rebeldía, la cazadora que el actor lucía en la película Rebelde sin
            causa (Nicholas Ray, 1955) –una prenda que antes solo utilizaban los leñadores. Los
            modelos de gafas Ray-Ban que Tom Cruise llevó en Risky Business (Paul Brickman,
            1983) o Top Gun (Tony Scott, 1986) aumentaron sus ventas más de un 40%. ¿Y quién
            no desearía conducir un Aston Martin o el modelo Z3 de BMW como James Bond, con
            un Rolex en la muñeca?

            Las zapatillas Nike ayudaron a Tom Hanks a recorrer todo Estados Unidos en Forrest
            Gump (Robert Zemeckis, 1994), identificando la buena imagen del personaje y su
            capacidad de superación con su propio calzado. Pero si hablamos de zapatos, mejor
            los de Manolo Blahnik que lleva Sarah Jessica Parker en la serie Sexo en Nueva York
            (1998-2004). Son los que hay que llevar para ser, como ella, un icono de la moda. Y
            seguramente el mejor desayuno que pueda tomarse es un croissant frente al escaparate
            de Tiffany’s, como hace Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes (Blake Edwards,
            1961). Si quiero parecerme a ellos, ser como ellos, necesito llevar lo que ellos llevan o
            comportarme como ellos se comportan.


            Ninguno de los protagonistas de estas películas menciona la marca en cuestión.
            No es necesario. Se consigue el efecto deseado con diferentes estrategias: algunos
            productos están en la escena sin más y otros tienen un papel más activo, formando parte
            de la acción –como los coches o las zapatillas–, quizá con algún personaje pidiendo
            directamente una Coca-Cola o alguien alabando las bondades de algún producto.

            Hollywood, como en otras materias relacionadas con el audiovisual y la publicidad,
            es maestra y pionera en introducir marcas en el guion, pero también ha llegado a
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