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            ¡Bienvenido, Míster Marshall! (Luis García Berlanga, 1953)


            Empecemos con el mensaje, con lo que queremos comunicar. ¿Qué queremos conseguir?
            ¿Motivar, reivindicar, solidarizar, enaltecer, tranquilizar? Una vez definido el objetivo, el
            paso siguiente es cómo lo contamos. ¿Utilizando storytelling, con historias personales?
            (muy recomendable el discurso de Steve Jobs en la Universidad de Standford en 2005).
            La cinematografía es una fuente inagotable de referencias y recursos en este sentido.


            Un buen ejemplo es la película El gran dictador (1940), de Charles Chaplin, con un
            mensaje que va in crescendo hasta llegar a un final que enardece a la multitud. Igual
            ocurre con el discurso que precede a la batalla final de la película 300 (2006), dirigida por
            Zack Snyder y protagonizada por Gerard Butler. Su estilo de comunicación en este caso,
            conocido como laconismo, está basado en la argumentación breve, concisa e irónica, y
            es un magnífico ejemplo de oratoria y de comunicación que, igual que en el caso anterior,
            consigue un mismo resultado. Igual sucede en El lobo de Wall Street (2013), dirigida por
            Martin Scorsese y protagonizada por Leonardo DiCaprio.


            Volviendo al Reino Unido y a la época de Churchill, nos encontramos con un magnífico
            referente cinematográfico de comunicación en una película precisamente basada en la
            dificultad de comunicación a través del lenguaje. Me refiero al El discurso del rey (2010),
            dirigida por Tom Hooper y protagonizada por Colin Firth. La tartamudez del duque de
            York, que se convirtió en el Rey Jorge VI, es, sin duda, un hándicap adicional para todos
            los problemas que supone hablar en público. Esta espléndida película demuestra que
            es posible conseguirlo con método, «esfuerzo y, posiblemente, lágrimas».


            El lenguaje no verbal, como se ha mencionado anteriormente, es tan importante como el
            contenido del mensaje. El cuerpo es el reflejo de las emociones, por lo que la postura, la
            mirada, los gestos, las manos, los movimientos, dicen mucho más de lo que pensamos
            y que, normalmente, en nuestras intervenciones no solemos tener en cuenta.


            El arte de hablar en público debería trasladarse a las aulas. En España, frente a lo que
            ocurre en Estados Unidos, por poner un ejemplo, no se le da importancia a la preparación
            de hablar en público, de debatir. Lo que debería formar parte de la estructura del
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