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Un poco de teoría cinematográfica 51
Los primeros años del cine sirven, en una mezcla de intuición y sensibilidad artística,
para consolidar el Modo de Representación Institucional (MRI), término acuñado
por el historiador Noël Burch en 1968 en su obra fundamental La praxis del cine. En él
analiza toda la serie de recursos y convenciones que los cineastas adoptan para hacer
comprensibles las películas al espectador, y establecer ese pacto de transparencia y
verosimilitud del que hablábamos antes.
Cuando vemos una película no estamos pensando en dónde han colocado la cámara,
ni tampoco pensamos en dónde estarán los focos para que el actor esté bien iluminado
y se le vea el rostro, ni tampoco en qué momento entra la música para generarnos
tensión. Ni siquiera somos muy conscientes de los «cortes» que hay entre planos,
sino que lo percibimos todo como una unidad, casi como el discurrir de un río, que
fluye, a veces tranquilo a veces furioso. Lo mismo ocurre con una novela o una pintura:
como lectores no estamos pensando en el tipo de narrador que utilizan o la mezcla de
colores, sino que todos estos elementos los percibiremos a posteriori, en un análisis
más pormenorizado de las obras.
Los pioneros del cine, aquellos que «balbuceaban» el incipiente lenguaje del cine,
experimentaban y buscaban la manera de transmitir a través de la imagen en movimiento
la sensación de realidad. Pensemos en la dificultad añadida: al principio sólo se podían
cargar las cámaras con un rollo de película, así que estas tendrían la duración de dicho
rollo, quizás de un minuto o poco más. Las escenas que retrataban los hermanos Lumière
eran sencillas: la llegada de un tren a la estación, obreros saliendo de la fábrica…
El lenguaje de las primeras películas de
Georges Méliès, como La pesadilla (1896), aún
estaba muy ligado al teatro. (Dominio público)
Georges Méliès, por ejemplo: su manera de hacer estaba muy ligada al teatro, y en la
colocación de la cámara predominaba la claridad. Es como si tuviéramos el punto de
vista de un espectador colocado en el patio de butacas, que pudiera observar todo
el escenario con claridad. Pero la cámara no era expresiva por sí misma, no había una
intención dramática en el encuadre y en la colocación de los elementos que formaban
parte del plano.