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38      que buscaban la espectacularidad a través de grandes decorados tridimensionales
               como los que se venían usando en aquel país que descubrió la ópera y la caja italiana
               del teatro desde el Renacimiento. Largometrajes colosales como Cabiria (Giovanni
               Pastrone, 1914) deslumbraron gracias a unos sets construidos con tanto esmero, calidad
               y magnificencia que forzaron a que la cámara los explorase en su tridimensionalidad.
               Fue así como se inventó el travelling, que en aquel momento se bautizó en italiano
               como carrello. ¿Y sabéis quién estaba allí? Pues el citado pionero español Segundo
               de Chomón, como principal operador de cámara.


               Como veis, en el cine la cámara siempre es un médium fundamental para transformar
               los escenarios (construidos o naturales) en escenografía fílmica. Y así va a ser en el
               futuro, añadiendo a ello la magia del montaje que las vanguardias de la década de
               1920, especialmente la soviética con Eisenstein a la cabeza, supieron explotar como
               otro recurso expresivo y narrativo de primer orden. Las escenografías fílmicas se
               van a ir transformando al compás de esas innovaciones estéticas y de los avances
               tecnológicos en plena interacción. La cámara se liberará definitivamente en grúas o
               dollies, irrumpirá el color en una pantalla que se ampliará con los formatos panorámicos,
               los sistemas de sonido evolucionarán hasta la «alta fidelidad» del Dolby Stereo (1975),
               etc. Sobre esto último, por ejemplo, hay algo que no se suele resaltar suficientemente: la
               escenografía fílmica también es sonido y conforma con la imagen un todo indisoluble
               (aquel continuum del que hablara Marcel Chion).


               A todo ello hay que añadir un aspecto final que proviene del análisis del arte y que
               llamamos iconografía. Nos referimos a los iconos o imágenes representativos que
               marcan la escenografía de un film y que se encarnan en objetos o arquetipos propios
               de géneros (el revólver, el sombrero tejano, el caballo en un western) o que marcan
               la estética de vanguardias (todos los objetos que ensalzaban la civilización moderna
               industrial en películas futuristas, cubistas o dada).

               En consecuencia, si queréis convertiros en directores artísticos tenéis un reto de
               formación tan complejo como apasionante, porque tendréis que conocer y poner en
               práctica todos esos aspectos que construyen la escenografía cinematográfica. Pero
               antes de que eso ocurra, podemos acometer un paso previo y aprender a analizar esas
               escenografías, poniendo en juego todos esos factores que hemos visto en este texto.






















                                                                La icónica luna «cegada» por el cohete de Viaje
                                                                a la luna (Dominio público)
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