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Un clásico del
cine mexicano
El ángel exterminador es una de las obras maestras realizadas por Luis Buñuel en su
etapa mexicana. Estrenada en 1962, cuenta una historia surrealista: los invitados a una
fiesta de la alta burguesía no pueden salir del salón con las puertas abiertas de par en
par, pues están atrapados por una inexplicable razón. Mientras, en el exterior, el servicio
doméstico de la casa y la ciudadanía observan estupefactos la situación.
Desde los inicios de su carrera como director, con Un perro andaluz (1929) y La edad
de oro (1930) –que se estrenan unos años después de la publicación del Manifiesto del
surrealismo (André Breton, 1924)–, Buñuel desarrolla temas y formas propias de este
movimiento artístico y literario: el deseo sexual, el erotismo, lo prohibido, la crítica a la
burguesía y su moralidad, la presencia de los sueños, la ruptura del orden lógico en los
relatos, el uso de planos cortos y estáticos y de imágenes impactantes e irracionales, el
manejo del tiempo no lineal, etc. Tras su entrada en la militancia del Partido Comunista
Español (PCE), Buñuel inicia una etapa creativa más crítica con la realidad, lo que le
valdrá el exilio sin por ello abandonar el surrealismo –quizás al contrario, cargándolo de
acidez combativa. La mirada del aragonés emplea las estrategias surrealistas para poner
en evidencia desajustes, incongruencias e injusticias sociales; para cuestionar todo
sistema dado por bueno y romper, de esta manera, la tendencia a la homogenización.
En El ángel exterminador existen dos grupos sociales antagónicos protagonistas, los
burgueses «mágicamente» apresados y los que están fuera de la casa –la servidumbre,
los curiosos, la policía–, representando desde una perspectiva casi marxista la lucha de
clases. Este planteamiento, que se debate entre lo absurdo y lo trágico, entre el humor y la
desesperación, simboliza la forma de actuar de las personas como individuos y miembros
de la sociedad, determinada por su posición social. Al inicio, los burgueses parecen ser
los dueños de la situación, pero lentamente las grietas se evidencian y agrandan hasta el
descontrol, que los empuja a perder primero la educación y posteriormente toda ética y
moral, transformándolos en seres vulgares, violentos y angustiados, impropios de su rol
social –cayendo mucho más bajo que su propia servidumbre, a la que tanto desprecian.
Dentro de ese juego metafórico y bastante cruel, en el que Buñuel busca desenmascarar
los vicios de los ricos y su formalismo, se utilizan otros elementos propiamente surrealistas,