La experiencia del profesor a través de la mirada del adolescente
Antonio Munáiz
Edad recomendada: de 13 a 17 años
Campamento Urbano de Cine de la ECAM (Gloria Gutiérrez, 2023)
La práctica cinematográfica ofrece la mirada de la persona que graba hacia lo que se encuadra y se filma. Podemos, pues, hablar de una consciencia a través del ejercicio de la filmación –el cual, al fin y al cabo, no deja de ser una fuente de conocimiento en sí mismo. Nuestros alumnos pueden tomar conciencia sobre una cuestión y expresarla a través de la filmación.
La construcción de un relato cinematográfico puede ser un ejercicio para intentar comprender algo que le interese al alumno, una forma de autodescubrimiento, de exponer su interés hacia lo que se filma. A priori hay dos elementos necesarios para esta construcción: la imagen y el sonido. Ambas herramientas son básicas, pero no imprescindibles: se puede filmar solo con sonido o solo con imagen, teniendo presente la omisión de una u otra. Lo interesante es hacerle entender al alumno que esta práctica no es necesariamente para que se haga el mejor relato cinematográfico, sino que puede ser un medio de expresión con el que indagar en su sensibilidad y su capacidad para registrar algo que le importe, pudiendo generar un pequeño testimonio de su vida.
En una charla TEDx que dio en 2015, el cineasta madrileño Jonás Trueba explicó que, a través del programa Cine en Curso, los alumnos de 4º de la ESO del colegio Montserrat-Orcasitas rodaron un retrato de un puente del madrileño barrio de Orcasitas que existía desde antes de que se formara el vecindario (lo filmaron como metáfora del pasado del barrio en el que viven hoy en día). Y en efecto, un buen ejercicio para nuestros alumnos es grabar un testimonio presente que sirva como memoria del pasado, usando como pretexto el lugar donde viven –incluso su propio domicilio. Con él intentaremos que el alumno descubra que a través de un ejercicio cinematográfico en el presente se puede entender mejor el pasado.
A rasgos generales, hay dos formas de plantear un ejercicio cinematográfico a nuestros alumnos: individual o colectiva. Esta última opción siempre debería estar supervisada por una persona que coordine al resto, para no perder el rumbo de lo que se quiere contar. Uno de los mejores ejemplos de colectividad aplicada al ejercicio cinematográfico es el mediometraje Libertad (Chus Domíngues, 2019). La película presenta, mediante una voz en off, el testimonio oral de Josefa Castro García sobre la guerra civil y la posguerra. La anciana recuerda cómo perdió algunos seres queridos, así como los cambios sociales que tuvieron lugar en su entorno más cercano y en su vida personal.
Es todo un retrato de una época a través del testimonio de alguien que vivió en ella. Pero lo verdaderamente interesante es la forma en que esto se narra. Se repartieron cámaras Bolex de 16mm entre los docentes y alumnos de un instituto y, partiendo de la grabación sonora del relato, se filmaron distintos lugares mencionados por la protagonista. La película busca encuadrar el pasado desde el presente, desde los lugares en los que, muchas décadas atrás, ocurrieron los hechos que narra Josefa. En ese proceso, el alumnado toma conciencia de su pasado histórico y político y participa de manera activa en el relato. Al final, el testimonio de Josefa es tan protagonista como las miradas de los estudiantes a través de sus cámaras Bolex.
El cineasta iraní Abbas Kiarostami(1940-2016) siempre tuvo una acusada preocupación por la enseñanza. Junto a algunos colegas creó un departamento de cinematografía dentro del Instituto para el Desarrollo Intelectual de Niños y Adolescentes (Kanun), en Teherán. Dicho departamento impulsó la creación de cortometrajes y mediometrajes protagonizados por niños y centrados en sus problemas y preocupaciones. Por ejemplo, en El viajero(Abbas Kiarostami, 1974), el niño protagonista quiere ver un partido de fútbol que está teniendo lugaren la otra punta de la ciudad, y no sabe cómo llegar. En Dos soluciones para un problema (Abbas Kiarostami, 1975), dos niños resuelven un mismo conflicto: uno de ellos a través de la violencia y el otro mediante una solución más constructiva. Ambos cortometrajes funcionan como cuentos morales de una gran humanidad, y muestran de manera ejemplar cómo se puede retratar a todo un país con medios mínimos.
Estas y otras obras iniciales de Kiarostami desembocaron en su primera obra maestra, la aclamada película ¿Dónde está la casa de mi amigo?(Abbas Kiarostami, 1987). La premisa es sencilla: un niño se olvida su cuaderno en clase cuando tiene que hacer una tarea para el día siguiente. Su compañero, el protagonista de la historia, quiere devolverle el cuaderno para que no expulsen de la escuela a su amigo, pero no sabe dónde vive. Emprende así un dificultoso viaje para averiguar dónde está la casa de su amigo y que este pueda hacer los deberes a tiempo.
Es evidente que a Kiarostami le importan los niños que filma, sus preocupaciones e intereses. Aunque se preocupe por el valor artístico de la película, también presta atención a su valor moral. Al igual que un docente, entiende que para poder filmar se tiene que interesar por sus alumnos y sus conflictos. El cine es conflicto, y se resuelva este o no, tenemos que ser conscientes de ellos. Al llevar a cabo una práctica cinematográfica con estudiantes, lo importante no es que se acabe produciendo una película ‘buena’, sino indagar en la sensibilidad de cada uno. Dicho de otro modo: ayudarles a que tomen conciencia de sí mismos como individuos y como compañeros dentro de una clase.
La sensibilidad individual se puede educar viendo una película y luego debatiendo sobre ella. Podemos observar las sensibilidades de otros artistas y los problemas que les preocupan, poner todo eso en común, compartirlo y contrastarlo. En las correspondencias fílmicas entre Kiarostami y el director vizcaíno Víctor Erice (El espíritu de la colmena) se puede ver cómo este último puso en una clase de Primaria una película del iraní, la mencionada ¿Dónde está la casa de mi amigo?. Los niños que la vieron entendieron que entre ellos y el protagonista no había mucha diferencia. A la vez, ellos mismos se convirtieron en protagonistas de la película. El cine es una ventana con la que se pueden descubrir otras culturas, romper fronteras y observar a un protagonista que podría ser nuestro compañero de clase. El cine es comunión.
Otro ejercicio que podemos plantear consiste en que cada alumno retrate su habitación con un plano fijo. Tendrán que hacerse cargo del encuadre y la puesta en escena de la forma más básica posible, como podrían haberlo hecho los hermanos Lumière. Como saben que lo van a ver sus compañeros, intentarán mostrar el mejor ángulo posible, aquel en el que consideren que su cuarto va a salir más favorecido. Es decir, van a mostrar lo que quieren que sus compañeros vean, y a tratar de ocultar aquello que no. Al exponer en clase todos esos planos de dormitorios, podemos buscar las diferencias entre unos y otros y, de esta forma, apreciar aspectos que nos hablan de gustos, aficiones, nivel económico, etc. Desde el tamaño de cada habitación hasta el tipo de sábanas, pasando por los objetos decorativos. Podemos preguntar a cada alumno qué diferencias encuentran, qué presencias y ausencias les llaman la atención en cada dormitorio, qué les dice este del alumno que lo habita. Es una forma de hacer que los estudiantes se ‘desnuden’ ante sus compañeros, se muestren como son (y como quieren ser vistos) y debatan sus opiniones y conclusiones al respecto. En definitiva, un ejercicio artístico de valentía y honestidad.
En resumen, considero fundamental que el docente cree un vínculo con sus alumnos, se preocupe por ellos y trate de estimular su desarrollo personal a través del ejercicio cinematográfico. Uno de los principales valores del cine es que nos obliga a exponernos al juicio ajeno y requiere que seamos valientes a la hora de mostrar nuestra sensibilidad.
Cartel de
Todos vosotros sois capitanes (
Wikipedia)
Para terminar, pondré un ejemplo radical. El cineasta franco-español Oliver Laxe estrenó en 2010 una película llamada Todos vosotros sois capitanes. Este documental parte de un taller cinematográfico en el que Laxe retrata el Magreb y a un profesor que propone hacer una película a una escuela de Tánger con alumnos ‘problemáticos’ e inadaptados. A través de las acciones de los niños recogidas por Laxe, apreciamos sus miserias individuales, pero también la humanidad de la clase en su conjunto. La película muestra de manera excepcional el carácter de un docente que trata de cambiar la vida de los niños a través del cinematógrafo y que no acaba de conseguirlo –quizá porque en última instancia le interesa más el filme que los propios niños.
Estos, en cualquier caso, empiezan a rodar sus primeras imágenes con total inocencia y, gracias a ello, pueden afrontar sus problemas –como bien se muestra al final de la película, cuando Laxe deja de ser un docente autoritario e invita a su amigo Shakib Ben Omar a participar en el proyecto y continuarlo. Este deja a los niños jugar y ser ellos mismos, los respeta y se queda detrás de la cámara. El cine también implica decisiones de este tipo, especialmente si con él pretendemos ayudar a nuestros alumnos. Quizá no cambiándoles la vida, pero sí su manera de mirar lo que les rodea.