Cómo ser filmmaker y no morir en el intento
Sara Bamba
Edad recomendada: de 13 a 17 años
Del alumnado de Secundaria podemos decir que son nativos digitales. Es decir, que han nacido en una era en la que ya existía internet y los smartphones. Para ellos el audiovisual siempre ha sido algo omnipresente y muy accesible, gracias a plataformas de VOD y a dispositivos móviles que les permiten ver una enorme cantidad de contenidos en cualquier lugar y en cualquier momento. Esto, indudablemente, marca una diferencia enorme con las generaciones que «solo» teníamos la televisión y que nos conformábamos con alquilar las películas en el videoclub. Y significa que todas estos jóvenes tienen un conocimiento casi innato del lenguaje audiovisual, aunque no tengan por qué saber manejarlo narrativamente (a esto volveremos más adelante).
©ECAM 2022 - Rigel Pomares
De hecho, es tanto su conocimiento de apps, nuevos formatos y plataformas (como Twitch), e incluso de herramientas creativas, que para alguien que esté fuera del sector audiovisual esto puede suponer una verdadera brecha comunicativa. A veces puede parecer que se habla en diferentes idiomas y, en general, da la sensación de que estas nuevas tecnologías nos están alejando entre generaciones. Hace poco en un encuentro abierto en el que se habló de la cultura en la actualidad, cuando se nombró el «metaverso», se abrió un abismo comunicativo y generacional entre los asistentes que sabían de qué se estaba hablando y los que no. Ahí quedo claramente expuesta la distancia que empieza a abrirse a causa de la tecnología. Es como si quedarse atrás implicara, en cierto modo, alejarse de las personas de menor edad.
En ocasiones miramos todos estos nuevos lenguajes y medios con distanciamiento o, incluso, con rechazo, porque nos parece que se nos quedan lejos o que ya no tienen nada que ver con la realidad que nosotros manejamos. Sin embargo, ahora más que nunca, eso que nuestro alumnado consume y produce a diario son, en realidad, potentes herramientas que pueden orientarse profesionalmente, así como nuevas formas de interpretar la realidad y comprenderla –algo fundamental en la adolescencia. Es decir: los más jóvenes tienen a su alcance un conocimiento prácticamente innato que, en un futuro muy cercano puede convertirse en una profesión. Y que también, si se completa con formación y con unos sólidos cimientos culturales (y para eso está el aula), puede transformarse en verdadera cultura audiovisual y en un medio de acceso a otros ámbitos culturales, a otras realidades. Es, realmente, una ventana al mundo que antes no teníamos.
©ECAM 2022 - Rigel Pomares
Es decir, tenemos que valorar todo eso que el alumnado ya tiene y acompañarlo para construir a partir de ahí un discurso y una manera de mirar y entender el mundo –que es lo que aún, probablemente, no tengan. Además, no podemos obviar esa vida virtual que también les construye como personas y en la que, en tanto que educadores, tenemos la responsabilidad de tratar de orientarles –o, como mínimo, de hacerles reflexionar.
También debemos valorar y detectar estos conocimientos y talentos porque, indudablemente, constituyen una salida profesional que, adecuadamente orientada, puede convertirse en una oportunidad laboral de futuro. Nuestro país está teniendo una expansión audiovisual sin precedentes, y se demanda ahora mismo una gran cantidad de profesionales en muchos ámbitos (por ejemplo, en la postproducción o en la animación). Quizá una persona que esté interesada en el dibujo y a la que le gusten mucho los ordenadores pueda tener una excelente carrera profesional en el ámbito de la postproducción. Y creo que puede ser una buena labor como docentes la orientación en este sentido.
No nos olvidemos de la función social del audiovisual –algo que quedó muy claro en el confinamiento. Es entretenimiento, cultura, conocimiento propio y de los demás, es un acceso a otras muchas disciplinas artísticas… Es todo eso y, además, es también un sector profesional lleno de especialistas muy demandados y bien considerados en el resto del mundo. Creo que una buena parte de la alfabetización audiovisual pasa por dar la consideración y el valor que merece a todas las profesiones implicadas en el proceso.
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Hay que saber valorar cuándo alguna persona joven tiene aptitudes e interés por dedicarse a ello. Con eso seguimos fortaleciendo el tejido audiovisual en nuestro país y sosteniendo un importante valor cultural. Y es que un filmmaker puede acabar trabajando en muchos ámbitos: desde una agencia de publicidad o de comunicación (generando contenidos para marcas) hasta una productora, pasando por el profesional freelance a quien hacen encargos puntuales diferentes clientes –por poner solo algunos ejemplos.
El alumnado ahora tiene en su poder un teléfono móvil que es una cámara de fotos y, a la vez, de vídeo (cada vez con mayor resolución y calidad de imagen). Un dispositivo que llevan a todas partes y con el que inmortalizan constantemente la realidad. También editan y transforman el contenido que producen (por ejemplo, cuando hacen playblacks de canciones con coreografías). Ahí están actuando como filmmakers sin ni siquiera saberlo. Creo que esto es un valor que, en ocasiones, olvidamos o denostamos por desconocimiento o por miedo a la novedad. Por otro lado, y de forma constante, también están siendo espectadores de contenidos muy diversos. Por todo ello es muy importante que les orientemos a la hora de usar esas herramientas que ya manejan y que también nos interesemos por los contenidos que ven –y pensemos en por qué los ven.
©ECAM 2022 - Rigel Pomares
En este sentido, si tenéis en vuestras aulas tenéis o creéis tener alguna persona interesada en convertirse en filmmaker –es decir, alguien con las suficientes herramientas para crear sus propias piezas audiovisuales de cualquier escala o formato–, os recomendamos que les orientéis para que adquieran la formación necesaria y les animéis a desarrollar una serie de capacidades concretas que la industria demanda cada vez más:
1. Tener autonomía
La clave principal para ser un buen filmmaker es saber manejar las herramientas técnicas que nos permitirán realizar nuestras propias piezas o incorporarnos a un equipo de profesionales de mayor tamaño.
2. Ser un artista multidisciplinar
El filmmaker debe conocer los distintos procesos creativos del audiovisual (producción, rodaje y postproducción) ya que, en muchas ocasiones, solo podrá contar con un equipo reducido y tendrá que asumir múltiples funciones –por ejemplo, la producción o el montaje de las piezas.
3. Conocer la comunicación digital
El manejo de los códigos y de la narrativa de la comunicacióndigital resulta imprescindible para lograr unos resultados óptimos en nuestros proyectos y poder sacarles partido en la web y las redes sociales (por ejemplo, cuando se trabaja en publicidad para marcas).
4. Aprender constantemente
Esta actitud es fundamental porque nuestro sector está en constante cambio y las propias herramientas digitales y tecnológicas también lo están –y siempre pueden enriquecer nuestro trabajo y nuestro discurso.
5. Ver mucho, para saber hacer mucho
Para saber hacer cine, hay que ver mucho cine. Hay que ver mucho audiovisual y verlo con criterio. Esto es fundamental en esta disciplina artística.
6. Reflexionar sobre lo que hacemos
Es esencial no limitarse a copiar lo que ya se ha hecho, sino reflexionar sobre lo que vemos y ser capaces de transformarlo con nuestro propio discurso.
En resumen: nuestro alumnado vive una era digital y de la imagen sin precedentes en la historia. Si queremos tratar de entrar en su mundo, creo que tenemos también que empatizar con este aspecto de su vida y utilizarlo a nuestro favor –porque es una manera de comunicarse con el mundo y también de construirlo y entenderlo. Una forma de pertenecer, en definitiva, algo sumamente importante en una etapa tan compleja como es la adolescencia.
©ECAM 2022 - Rigel Pomares