Posproducción de sonido
(Introducción al sonido cinematográfico II)
Roberto Fernández Fernández
Edad recomendada: de 13 a 17 años
Después del reto que supone un rodaje y la captación de sonido en el transcurso del mismo (explicado en nuestro artículo «Introducción al sonido cinematográfico»), las películas llegan por fin a la sala de montaje. La cantidad ingente de material de imagen y sonido que se genera durante la producción necesita ser sincronizada, organizada y editada para que se convierta en una película. En la llamada fase de postproducción –que es la última etapa de cualquier proyecto audiovisual–, además del montaje propiamente dicho, también hay que editar y mezclar el sonido para que tenga la verosimilitud y la «calidad» a la que estamos acostumbrados como espectadores.
La postproducción de sonido engloba dos facetas muy definidas. En primer lugar, un trabajo de perfil técnico, que tiene que ver con las dificultades de la grabación y los problemas que hayan podido aparecer en rodaje: falta de continuidad en el sonido, ruido excesivo, ausencia de elementos que vemos en la imagen pero que no suenan o no se pudieron grabar, falta de ambientación, etc. Y otra labor más creativa, que consiste en agregar sonidos adicionales a las películas y, por supuesto, la música. No hablamos sólo de añadir elementos sincrónicos a las imágenes, sino también de dotarlas de vida con ambientes, de dar mayor amplitud y espacio a las localizaciones e incluso de romper los límites de la pantalla y contar con el sonido cosas que suceden en el espacio fuera de campo.
Un poco de historia
La edición de sonido fue asumida durante muchos años por los montadores de imagen. Este era el camino más natural, marcado por la propia organización de la postproducción. Como encargados de ordenar y estructurar la película, los montadores trataban el sonido como un elemento más en el gran rompecabezas audiovisual que tenían que armar, y desempeñaron esa labor hasta los años 70. Incluso si revisamos los títulos de crédito de directores tan emblemáticos como Alfred Hitchcock –que prestan un especial interés por el sonido–, veremos que no aparecen cargos estrictamente relacionados con la postproducción de sonido –y mucho menos a nivel creativo. Las personas que formaban parte del departamento de sonido en esa época tenían un perfil muy técnico y estaban relacionadas con la grabación en rodaje y las mezclas de sonido –prácticamente nunca con su edición, puesto que eso era responsabilidad del montador de imagen. Esto no significa que no se añadieran sonidos a las películas una vez rodadas, sino que este trabajo no tenía el grado de complejidad y elaboración que tiene en nuestros días.
Se considera que fue Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979) la producción que marcó un cambio definitivo en la concepción del sonido cinematográfico. Por primera vez en la historia del cine aparecía en los créditos de una película el cargo de diseñador de sonido, ostentado en este caso por Walter Murch –un polifacético montador de imagen, editor de sonido y mezclador, que acabaría convirtiéndose en una de las figuras claves del cine contemporáneo.
¿Qué suena en una película?
Aunque el cine tiene una clara vocación por la palabra, la voz humana es sólo una parte de todo el sonido de una película. La mayoría de los relatos audiovisuales hacen uso del diálogo como instrumento principal para contar una historia, pero en realidad la banda sonora de una película es una construcción muy compleja que podemos dividir en tres grandes apartados: voz, efectos de sonido y música. Estos pueden entenderse como ingredientes de una receta o instrumentos de una orquesta: hay que elegirlos, prepararlos, editarlos, colocarlos en el lugar que les corresponde y mezclarlos. En este ejemplo de La red social (David Fincher 2010) podemos apreciar las distintas capas de sonido de una película, que se clasificarían así:
La parte más técnica
El primer paso del proceso de postproducción es la edición de diálogos, en la que el departamento de sonido supervisa cada una de las grabaciones realizadas durante la fase de producción. Una vez recibido el montaje final de imagen, hay que dar coherencia al sonido para que parezca que existe una continuidad real entre todas las piezas del texto. El editor de diálogos es el encargado de revisar todas las tomas alternativas en busca de las mejores articulaciones vocales, los pasajes más silenciosos, las respiraciones más sutiles y los menores ruidos. A continuación, procede a reemplazar el sonido de aquellos planos o fragmentos que tengan problemas técnicos o de inteligibilidad. El objetivo es eliminar cualquier rastro del proceso de producción.
También se eliminan muchos de los ruidos no deseados, usando herramientas informáticas que permiten «limpiar» el sonido directo sin tener que sustituir las tomas. Se puede suprimir, por ejemplo, el ruido de la maquinaria del rodaje (grúas, cámaras, trípodes, zumbidos del cableado, iluminación) y del personal que está trabajando durante la grabación. Otra finalidad de la edición de diálogos es mostrar al actor en su mejor versión, eliminando cualquier ruido bucal indeseado y realzando la entonación y la pronunciación al máximo.
Cuando el sonido obtenido durante la producción resulta inservible, se debe proceder a realizar los doblajes necesarios. Este proceso es distinto al doblaje a otros idiomas utilizado en la distribución internacional: aquí estamos hablando de ADR o Automated Dialogue Replacement (en castellano, «sustitución automática del diálogo»). Este proceso consiste en volver a grabar los diálogos de los actores en un estudio para sustituir tomas con problemas técnicos o para mejorar una interpretación concreta. Lo habitual es que la versión original de una película contenga entre un 20% y un 30% del metraje doblado.
El lado más creativo
En el material grabado en rodaje no solo hay diálogos, sino que también se recogen sonidos útiles que no tiene que ver con la voz –como pasos, vehículos en movimiento, puertas o acciones de personajes. Pero dado que la atención durante la grabación se dirige a obtener los diálogos más limpios posibles, muchos de estos elementos llegan mudos a la sala de montaje o no tienen las cualidades técnicas o expresivas necesarias. Es en la fase de postproducción donde se añadirán todos los efectos que completan la banda sonora de la película.
Durante la edición de sonido se graban y se crean la mayor parte de los sonidos de la película. Por un lado, los ambientes: las atmósferas y fondos más continuos que describen las características de un espacio y cubren normalmente la duración de toda la secuencia. Estos pueden registrarse durante el rodaje, grabarse específicamente durante la fase de edición de sonido o proceder de librerías de efectos (bancos de sonidos indexados y accesibles desde una base de datos). Formarían parte de esta categoría sonidos como el viento, el mar, la plaza de una ciudad, el rumor del tráfico, etc.
Por otro lado, los efectos de sonido, término que engloba a los elementos puntuales que suenan en un momento específico de la acción: un coche que pasa, una puerta que se abre, el canto de un pájaro, un perro que ladra, etc. A diferencia de los ambientes, la manipulación individual de estos sonidos permite una libertad creativa muy amplia, pudiendo elegir exactamente en qué momento suenan, cómo interaccionan con el resto de elementos, con qué ritmo aparecen, etc.
En el trabajo de edición de ambientes y efectos es muy habitual superponer más de un sonido, incluso de diversas procedencias, añadiendo varias capas con el objetivo de crear nuevos efectos únicos a partir de esa combinación. Y en muchas ocasiones, es necesario diseñar sonidos originales de objetos o criaturas que no existen en la realidad –como armas láser, seres mágicos, dinosaurios o catástrofes naturales imposibles de grabar.
El arte del foley
Algunos efectos, como los pasos de los personajes, se suelen realizar a medida para cada escena. La frecuencia y velocidad con la que una persona produce estos sonidos en tiempo real vuelve muy complicada la edición que debería llevar a cabo un técnico para sincronizar cada uno de los archivos de audio «de librería» en una escena cualquiera. Por otro lado, los resultados suelen ser menos reales cuando se utiliza una librería de efectos genéricos.
Muchos efectos de sonido clásicos se elaboraron con objetos sencillos (
Badseed /
CC BY 2.0)
La persona encargada de pensar cómo recrear todos esos sonidos, de elegir los materiales para ello y de interpretar en sincronía con la imagen, se conoce como foley artist («artista de foley»). Un artista de foley es similar a un músico, pero en vez de tocar instrumentos, se encarga de manipular objetos y su propio cuerpo para recrear sonidos en un estudio de grabación, produciendo así los denominados «efectos sala». El término foley proviene del apellido del pionero en la creación de muchos de estos efectos, así como de las técnicas para la realización de los mismos: Jack Foley (1891-1697).
Los efectos sala pueden comprender desde el sonido más simple y cotidiano hasta otros muy complejos que deben dar vida a objetos que no existen en la vida real. En el cine se recrean por completo los pasos de los personajes, la ropa, los objetos que se manipulan, las puertas o los movimientos de los animales, etc. Además de superar la dificultad que entraña grabar estos sonidos durante el rodaje, el foley permite dar más vida y nuevas cualidades a los objetos y la acciones. En muchas ocasiones se utilizan trucos y materiales que no son exactamente los que aparecen en pantalla, pero que tienen un sonido que concuerda perfectamente con el elemento que está en imagen. En este vídeo pueden verse varios ejemplos de ello.
Mezclar todas las partes
La última etapa del trabajo de sonido es la mezcla, en la que se ajustan todas las capas sonoras que hay en una película. Se trata de combinar todos los elementos que se han ido generando durante el proceso de edición, para poder crear un verdadero universo sonoro que cumpla con las necesidades de la película. Es un proceso complejo, si tenemos en cuenta que las películas pueden tener desde un mínimo de 200 pistas de sonido hasta más de 1000 en el caso de las obras más elaboradas.
También se añade la música, algo que no es responsabilidad del departamento de sonido. Puede ser una composición original hecha especialmente para la película o bien música preexistente –como la llamada «música de librería» o preelaborada. Es habitual que la música vaya llegando, al menos en forma de maquetas, durante la fase de edición de sonido e incluso durante el montaje de imagen. Para el departamento de sonido es muy importante valorar la interacción de la música con el resto de elementos sonoros.
En esta última fase, el director y el departamento de sonido se preguntan sobre el volumen y el valor que deben tener los distintos elementos sonoros, siempre pensando en la relación con la imagen y en la historia que se quiere contar. De esa mezcla depende que toda esta construcción artificial que es el sonido de una película resulte verosímil para el espectador. Lo irónico es que, si lo logran, el resultado será invisible para el público.