El cine directo: trabajar sin guion
Sandra Romero Acevedo
Edad recomendada: de 13 a 17 años
El cine es el arte más cercano a la representación de la vida tal y como la percibimos. Cuando hacemos una película, ya desde el guion y luego en el rodaje y montaje, estamos manipulando la realidad. Es así como la traducimos a imágenes y sonidos. El cine directonace en EEUU en los años 60 y viene a proponernos una nueva forma de acercarnos al cine documental y a la vida, minimizando nuestra intervención como cineastas. Es decir, poniendo la cámara en un lugar y captando la realidad tal y como se nos presenta. Eso no significa que en todas las películas (incluso en la más puramente documental) no tengamos que tener, al menos, un plan de abordaje, pues el cine es un arte narrativo. Esto es, en esencia, lo que lo diferencia de la vida.
Imaginemos que queremos hacer una película sobre un chico o una chica que, por primera vez, se marcha de casa para ir a la universidad. ¿Cómo podemos abordar nuestra historia? De muy distintas formas, pero en la que aquí nos centramos partiría de la observación directa de la vida. Trataríamos de seguir a ese personaje allá donde vaya, como si fuéramos invisibles, observando cómo es en la realidad este proceso de cambio para una persona, cómo crece y madura delante de nuestra cámara o cómo se pierde por la ciudad, sin que nosotros hagamos nada por cambiar su cotidianidad.
Con el cine directo surgieron películas que destacaban por la participación activa tanto de los personajes protagonistas como del público. El cineasta se propone mirar a sus personajes no desde arriba, como un Dios creador, sino de frente, cediéndoles, en parte, el control de la película. Es un cine que, en su mayoría, se interesa por los aspectos sociales de la vida, y que se propone ser un mero observador de lo que pasa en el mundo, dejando que los demás hablen.
Pero ¿es eso posible? Como decíamos, cuando colocamos una cámara frente a la realidad, es muy difícil que no haya ningún tipo de manipulación en lo que filmamos, pues a través del encuadre (dónde decidimos poner la cámara y qué imágenes y sonidos decidimos captar), del montaje y de otros procesos, estamos eligiendo mostrar algo y ocultar, irremediablemente, todo lo demás. Además, no es posible hacer nuestra cámara invisible.
Con el cinéma vérité, una corriente paralela al cine directo que surge en Europa, vamos a encontrar una posible respuesta a la pregunta de si es viable captar la realidad sin alterarla: no lo es, pero no importa. Hagamos evidente nuestra presencia como cineastas. Para que nos quede claro, vamos a usar el ejemplo de “la mosca”: el cine directopropone filmar una mosca en la pared, sin molestarla; el cinéma vérité, nos propone agarrar esa mosca y provocarla, porque considera que de esa provocación podemos observar otros aspectos de su comportamiento que son igualmente verdaderos y que nos muestran también su realidad. Es decir, el cineasta del cinéma vérité interviene en la película, dialoga con los protagonistas, convirtiéndose en un personaje más de la misma.
El desencanto:cómo construir una película a través del diálogo
Con El desencanto (Jaime Chávarri, 1976), una de las grandes obras del cine español, os quiero proponer, valiéndonos de su ejemplo, un acercamiento a la película que nos permita entender qué proceso sigue el cineasta para poder acercarse de esta forma a la realidad de una familia como la de los Panero.
Al principio de la película se nos presenta a dicha familia, compuesta por una madre y tres hijos. El padre, ausente en la fotografía, aparecerá poco después como una figura humana envuelta en plástico. El cineasta presenta a las personas con las que va a iniciar un diálogo, aunque este diálogo no lo veamos en la película. A través de la conversación, tanto con el cineasta como entre los personajes y la cámara, se va construyendo el retrato familiar.
En este tipo de películas podemos tener la sensación de estar asistiendo a la intimidad de un personaje o unos personajes que se nos presentan tan cual son en su vida cotidiana. Si comparamos a uno de ellos con otro que aparezca en una película con forma más clásica, observaremos grandes diferencias. ¿Por qué nos parece que ambos personajes hablan distinto, se mueven distinto, incluso en sus gestos más básicos? La respuesta está en lo que podríamos llamar “la verdad”: estas personas están siendo tal y como son. Teniendo en cuenta, evidentemente, que están delante una cámara.
En El desencanto el cineasta escucha, trata de entender, dialoga e incluso puede que alguna vez provoque (como en el cinema vérité) para que salgan a la superficie emociones y pensamientos que, por su espontaneidad y su verdad, resultan muy valiosos. Nos da la sensación de que los personajes están compartiendo directamente con nosotros su propia historia; como si no existiera entre ellos y nosotros una pantalla que nos separe. En esta película la ruptura de la cuarta pared es un recurso muy usado: los personajes miran a cámara, evidenciando que todo forma parte de un rodaje. Esto, que en principio nos puede chocar, también crea una conexión con ese personaje al que miramos y que, a su vez, nos mira a nosotros. Nos remite, una vez más, al cinema vérité y a la evidencia del dispositivo (la cámara, el equipo, el director).
El tiempo es clave en este tipo de relatos: dar tiempo para que los personajes se expresen, nos cuenten su historia, no solo verbalmente sino también a través de sus gestos, la mayor parte de las veces involuntarios. A su vez, dar también tiempo al público para que pueda pensar en lo que está viendo, para que pueda construirse una opinión propia sobre la película. Como espectador, es importante ser un sujeto activo: observar, prestar atención, pensar, dialogar con la película. En resumen, ser capaz de formarte tu propia idea sobre todo que estás viendo y escuchando frente a la pantalla. Esa es la base de un cine democrático y participativo, y la razón por la que surge el cine directo.