El lenguaje cinematográfico: una introducción
  Nadia Mata Portilla
   Edad recomendada: de 13 a 17 años
  
  
  1. UN LENGUAJE TEMPORAL Y MULTIDISCIPLINAR 
  
  La  materia prima del cine: el tiempo
  ¿Cómo nos sentimos cuando salimos del cine y  hemos visto una película que nos ha emocionado, o nos ha hecho reflexionar o,  en el mejor de los casos, nos ha cambiado la vida? La sensación es maravillosa,  parece que el tiempo se ha parado, y a la vez, que han ocurrido tantas cosas en  la oscuridad de la sala que aún parece que vivimos en esa película. Nuestros  pies apenas pisan el suelo cuando caminamos. Tenemos una percepción “temporal”  de esa experiencia: para algunos la película se ha pasado volando, para  otros, en el peor de los casos, ha sido eterna… 
  
  Al acudir a un museo, nosotros  decidimos cuánto  tiempo dedicaremos a la contemplación o al análisis de cada obra. Quizás  rodeemos la escultura de El beso de Rodin hasta que sepamos cada curva de la piedra de memoria, o  permanezcamos en silencio una hora frente a Las meninas de Velázquez.  Nosotros decidimos el tiempo que le dedicaremos a cada pieza. Lo mismo ocurre  con una novela, que leeremos seguramente en diferentes momentos, retomando y  parando la lectura a nuestro gusto y disponibilidad. 
  
  Sin embargo, cuando compramos una  entrada para ver una obra de teatro, o asistir a un concierto de música, tenemos unas  expectativas muy claras sobre lo que ocurrirá durante la representación: veremos  o escucharemos una obra que se desarrollará en un tiempo concreto y sin  interrupciones. Las mismas expectativas que tenemos cuando vamos a ver una película. 
  
  
  
   
   El cine es un  “arte de artes” en el que confluyen diversas disciplinas. En la imagen, Charlie  Chaplin en su película 
Tiempos modernos.(United Artists,
Dominio público).
 
   
  
  
  
  Lo apasionante de la relación entre el cineasta y el  espectador es que el primero ha diseñado una experiencia que el segundo “vivirá”  durante un periodo de tiempo completo, creando un principio, un desarrollo y un  final que han de ser experimentados sin perturbaciones. 
  
  Es cierto que con la aparición de diferentes  pantallas y formatos nuestra experiencia cinematográfica ha cambiado. ¿Quién no  se ha quejado cuando en la televisión interrumpen una película con un bloque de  anuncios publicitarios? ¿Quién no ha visto una película en su ordenador,  interrumpiendo el visionado cuando recibe una llamada de teléfono? Todo esto  puede influirnos a la hora de percibir las películas, y generar confusiones y  deformaciones en la narración. Tenemos que saber que los creadores  concibieron su obra como un CONTINUO. Es un pacto cineasta-espectador que  crea la “magia del cine” y su capacidad para transportarnos a mundos lejanos o  mostrarnos la crudeza de la realidad. 
  
  Podríamos así decir que una de las materias  primas del cine es el TIEMPO. La música y el teatro también lo utilizan, y  son dos disciplinas con las que el cine tiene muchas cosas en común. 
  
  Pero os preguntaréis (y con razón) ¿No hay  también relación entre la literatura y el cine? ¿Los guiones de los films no  siguen una estructura similar de principio, nudo y desenlace? ¿Y los decorados?  ¿No influye la arquitectura en la creación de los espacios en los que viven  nuestros personajes? ¿Y la pintura1? ¿No están influidos los encuadres de los planos fílmicos  por la pintura y la fotografía? Por supuesto. El cine es un arte apasionante,  ya que en él confluyen diferentes modalidades artísticas, aportando riqueza e  infinitas posibilidades creativas. Los equipos de una película tienen que  orquestar diferentes sensibilidades artísticas para cohesionarlas y crear el  film. Podemos decir que el cine es un “arte de artes”.
  
  2. BREVE GENEALOGÍA DE UN  LENGUAJE PROPIO
  
  El cine es un arte de artes, y fue la  cohesión de las diferentes disciplinas  lo que dio lugar a la creación de un lenguaje propio: como la literatura o la música,  el cine tiene la capacidad de trasladarnos a un lugar diferente al nuestro  durante la duración de la película. Como decíamos antes, acudimos al cine para  visionar una narración continua, en la que hay una apariencia de transparencia  y realidad. Parece que lo que ocurre en la pantalla es “real”. Cada película  articula el lenguaje cinematográfico de una manera diferente, hay infinitas  posibilidades, tantas como películas. Pero… ¿cuándo nace ese lenguaje? 
   
  Los pioneros  del cine empezaron retratando escenas sencillas de la forma más clara posible.  (
Open  Clipart / 
CC0 1.0)
 
  
  
  
  Como vimos en el  anterior artículo,  el nacimiento “oficial” del cine se fecha el 28 de diciembre de 1895, en París,  con la primera proyección de las películas de los hermanos Lumière ante una gran audiencia.  Apenas dos décadas después, el cine consolida un lenguaje propio. A pesar de lo  antiguas que nos puedan parecer las películas de aquella época, el lenguaje que  utilizan apenas difiere del que utilizan las películas que se producen hoy en día.  Hay que pensar que este proceso dura muy poco en comparación con otras  disciplinas: pensemos, por ejemplo, que entre las pinturas de las cuevas de  Altamira y las de Picasso hay unos 30000 años de diferencia. La evolución del  lenguaje pictórico es mucho más lenta que la del cine. 
  
  Un poco de teoría cinematográfica
  
  Los primeros años del cine sirven, en  una mezcla de intuición y sensibilidad artística, para consolidar el Modo de  Representación Institucional (MRI), término acuñado por el historiador Noël  Burch en 1968 en su obra fundamental La praxis del cine. En él analiza  toda la serie de recursos y convenciones que los cineastas adoptan para hacer  comprensibles las películas al espectador, y establecer ese pacto de  transparencia y verosimilitud del que hablábamos antes. 
  
  Cuando vemos una película no estamos pensando  en dónde han colocado la cámara, ni tampoco pensamos en dónde estarán los focos  para que el actor esté bien iluminado y se le vea el rostro, ni tampoco en qué momento  entra la música para generarnos tensión. Ni siquiera somos muy conscientes de  los “cortes” que hay entre planos, sino que lo percibimos todo como una unidad,  casi como el discurrir de un río, que fluye, a veces tranquilo a veces furioso.  Lo mismo ocurre con una novela o una pintura: como lectores no estamos pensando  en el tipo de narrador que utilizan o la mezcla de colores, sino que todos  estos elementos los percibiremos a posteriori, en un análisis más pormenorizado  de las obras. 
  
  Los pioneros del cine, aquellos que “balbuceaban” el  incipiente lenguaje del cine, experimentaban y buscaban la manera de transmitir  a través de la imagen en movimiento la sensación de realidad. Pensemos en la  dificultad añadida: al principio sólo se podían cargar las cámaras con un rollo  de película, así que estas tendrían la duración de dicho rollo, quizás de un  minuto o poco más. Las escenas que retrataban los hermanos Lumière eran  sencillas: la llegada de un tren a la estación, obreros saliendo de la fábrica… 
  
 Georges Méliès, por ejemplo: su manera de hacer estaba muy  ligada al teatro, y en la colocación de la cámara predominaba la claridad. Es  como si tuviéramos el punto de vista de un espectador colocado en el patio de  butacas, que pudiera observar todo el escenario con claridad. Pero la cámara no  era expresiva por sí misma, no había una intención dramática en el encuadre y  en la colocación de los elementos que formaban parte del plano. 
   
 
  
  
  
 El lenguaje  de las primeras películas de Georges Méliès, como 
La pesadilla (1896),  aún estaba muy ligado al teatro. (
Dominio público)
 
  
  
    
 
  No nos impacientemos: sólo hay que esperar unos  pocos años para encontrar a creadores como Edwin S. Porter2 o los cineastas de la Escuela de Brighton, que  se dan cuenta de que la cámara permite focalizar la mirada del espectador y “dirigirla”  hacia donde el cineasta crea conveniente. Es decir, la cámara puede moverse, y,  unida al montaje (el ensamblaje de los diferentes planos) convertirse en la  mirada del autor/ director. Al igual que el lapicero que escribe un poema o el  pincel que imprime un color, la cámara se convierte en un instrumento artístico.  Como espectadores, ya no tenemos que ir eligiendo los elementos en los que nos  tenemos que fijar: ahora la cámara lo hará por nosotros. 
  
 El regador regado (1895), de los  hermanos Lumière, es la primera película de comedia de la historia. (
Dominio público)
 
  
  
  
 
   
   
   En películas como 
Intolerancia (1916), D. W. Griffith fijó buena parte del lenguaje  cinematográfico al que estamos acostumbrados, como el corte entre distintos  tamaños de plano. (
Dominio público)
 
     
  
  
  Más adelante, aparecerá una figura fundamental  del cine: D. W. Griffith, que recoge el testigo de los pioneros del cine  y sienta las bases del Modo de Representación Institucional (MRI), en el que  está basado el cine comercial que vemos hoy en día. En películas como Elnacimiento de una nación(1915) o Intolerancia (1916), Griffith utiliza los recursos cinematográficos de manera que el  espectador perciba las películas como un fluir sin interrupciones, en una especie  de montaje invisible de los diferentes planos. 
    
 
   El impactante plano final de Asalto y robo al tren (1903), en el que el  ladrón dispara directamente a cámara. (Dominio público) 
  
   
  
  
  A pesar de la distancia que separa a  estas películas  de inicio de siglo XX con las películas actuales, sobre todo a nivel técnico,  podemos decir que aquellas ya establecieron un lenguaje común que sigue vigente  hoy en día. Podemos imaginar a los espectadores de aquella época sintiendo el  mismo hechizo que hoy experimentamos cuando las luces de la sala de cine se  apagan… o cuando apagamos las luces de nuestro salón.