Agosto | 2020

Como mujer que soy, me gustaría leer estas palabras:

   Abre los ojos, no eres tonta. Hay muchos caminos. Tómate tiempo para ti. No pienses solo en los demás. Di la verdad.

Si fuera madre, me gustaría leer estas palabras:

   La felicidad no se compra con regalos. Un poco de cariño vale mucho más que un regalo. Acéptame tal y como soy, no te importe mi apariencia. Habla conmigo de vez en cuando, intenta entenderme. La violencia solo lleva a más violencia. Quiéreme. Respétame. Pregúntame qué me gusta y qué me gustaría hacer en un futuro. Cree en mí. Dame una oportunidad. Siéntate y pregúntame simplemente si estoy bien. Ayúdame a ser feliz y conseguir lo que me apasiona, si puedes. Dime lo que crees que hago mal. Ten paciencia.

Como profesora, me gustaría leer estas palabras:

  Cada profesor se preocupa a su manera. Muchos piensan que los que no estudian ni trabajan son «los malos»; pero, aunque sean niños, también tienen problemas. Ten valor y apuesta por mí, no tengas miedo a que las cosas salgan mal. Deja de lado las diferencias y préstame un poco más de atención. Guíate por tu corazón e intuición. Dime lo que hago mal y defiéndeme. No pases de mí y ayúdame a ir por el buen camino. A veces, la manera más fácil y simple de llegar a mi corazón es hablando.

Cuando fui alumna, me hubiera gustado leer estas palabras:

   Aunque te tilden de «malo», nunca te rindas. No naces aprendido y si te equivocas, aprendes. No somos perfectos. Y, a veces, lo que nos parece complicado puede arreglarse.
He tenido el privilegio y la gran suerte de leer estas palabras. Son las palabras que han escrito mis alumnos y alumnas de 3º de PMAR (Programa de Mejora del Aprendizaje y Rendimiento) con edades comprendidas entre los 15 y los 17 años.

Trabajo en el I.E.S. Juan Martín «El Empecinado» de Aranda de Duero, un centro con más de 35 años de historia que empezó como Instituto de Formación Profesional y que, en su dilatada y dinámica historia de enseñanza y aprendizaje, ha apostado siempre por la diversidad y por la educación inclusiva e integral.

En pleno confinamiento, uno de los cientos de correos que recibí fue el de Platino Educa, una plataforma educativa que acerca parte de nuestro patrimonio cultural, el cine, a los jóvenes. No la conocía, y ahora, tras esta experiencia, me gustaría volver a utilizar esta herramienta pedagógica que ha propiciado que mis alumnos y alumnas hayan puesto en práctica su creatividad y su capacidad crítica.

Elegí una película de Patricia Ferreira cuyo título, Los niños salvajes, ya me parecía un reto. Y a través de siete sencillas preguntas sobre la película que elaboré para mis estudiantes, pretendí despertar su curiosidad, su sensibilidad y, aunque fuera a distancia, llegar emocionalmente a ellos y ellas; y también liberarles un poco de la dura rutina del confinamiento al poder adentrarse en otra realidad que, a pesar de todo, seguía existiendo. Y mis alumnos y alumnas superaron mis expectativas. A raíz de esas preguntas, vinculadas a lo que más les había impactado de la película, a lo que pensaban y sentían acerca de los personajes principales, a lo que les dirían y a lo que podrían aprender de ellos para su propia vida, articularon un discurso con el que han sido mis alumnos y mis alumnas los que han llegado emocionalmente a mí, y la que he aprendido también he sido yo.

Gracias a esta oportunidad que la plataforma Platino Educa nos ha brindado, he vuelto a darme cuenta de que los adolescentes no son «salvajes», y de que los profesores y profesoras aprendemos siempre de nuestros alumnos y alumnas.