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Autor/a: Platino Educa
Entrevista: Icíar Bollaín (‘El olivo’, ‘También la lluvia’, ‘Te doy mis ojos’)
Publicado el 02/12/2025
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Coincidiendo con la participación de Icíar Bollaín en la sesión de EducaFilmoteca dedicada a El olivo (2016), hemos tenido ocasión de charlar con la cineasta y actriz madrileña sobre los valores de la película, así como de sus otras dos obras disponibles en Platino EDUCA: También la lluvia (2010) y Te doy mis ojos (2003).


PLATINO EDUCA: Alma, la protagonista de El olivo que interpreta Anna Castillo (ganadora del Goya a la mejor actriz revelación por aquel papel), es una joven que toma conciencia de un problema, adopta una postura al respecto y emprende acciones para solucionarlo. Como cineasta, ¿te parece importante crear personajes inspiradores para los jóvenes de hoy, que contradigan las ideas más pesimistas o sobre su generación?

ICÍAR BOLLAÍN: Antes de nada aclaro que el guion de El olivo no es mío sino de Paul Laverty, aunque me identifico plenamente con lo que cuenta. Desde el principio me pareció fantástico que la protagonista fuese una chica y que fuese tan activa, aunque solo fuera por cambiar el estereotipo histórico de la pasividad femenina. Alma combina la actitud proactiva con la sensibilidad: tiene la valentía y el idealismo de hacer algo valioso, pero también ese matiz íntimo de hacerlo por un motivo familiar y sensible, que es la conexión con su abuelo. Esa mezcla me pareció muy adecuada y un fiel reflejo de la realidad. En respuesta a la pregunta, creo que sí es importante mostrar este tipo de personajes. Estamos devolviendo a la gente joven una imagen de sí mismos poco comprensiva, teniendo en cuenta el panorama al que se enfrentan. Se proyecta sobre ellos una imagen de inacción, de 'generación de cristal', de obsesión con las pantallas, de adocenamiento, de materialismo… Pero yo sospecho que les preocupan las mismas cosas que nos preocupaban a nosotros.

PE: Con la diferencia de que ellos han nacido en un mundo con redes sociales.

IB: Claro, y hay que tener en cuenta que crecer en ese mundo de exposición extrema también es complicado. Si a mi adolescencia, que ya la recuerdo difícil, le añado las redes sociales, el resultado me parece un tormento. Porque tienes que estar aparentando todo el rato que todo va fenomenal, cuando no necesariamente es así. Por eso presentar una imagen positiva de alguien que piensa, que critica, que se mueve, me parece tan importante como ajustado a la realidad. Mandar a la juventud el mensaje de que no están ahí para nada solo consigue que se enfaden con nosotros, con razón, y que acaben desconectándose. Los chavales tienen inquietudes e ideales, otra cosa es que se les ocurra lo que deben hacer al respecto. Porque también estamos viviendo una crisis de credibilidad sobre lo que es posible hacer. Abunda la idea de que no se puede hacer nada para cambiar las cosas, lo cual es terrible y un campo de cultivo para extremismos que proponen soluciones sencillas e irreales ante problemas reales y complejos.

El olivo (Icíar Bollaín, 2016)

PE: El olivo también habla de dos desconexiones muy contemporáneas. Por un lado, la desconexión con la familia, la pérdida de las relaciones y de los legados intergeneracionales. Y por otro, nuestra desconexión con el campo y la tierra, con el origen natural de todo lo que nos sustenta.

IB: Para contar una historia tienes que encontrar el corazón dramático. Paul vio una noticia sobre el arranque de olivos milenarios para ser vendidos en Europa, y enseguida se puso a buscar unos personajes a los que eso les afectase. Qué pasa en una familia si unos quieren vender el olivo y otros no. Y de ahí se desprende todo lo demás. La película está ambientada justo después de la crisis inmobiliaria, y la historia del padre de Alma, que decide vender el olivo, fue algo muy común en aquellos años. Se habla del pelotazo con mucho desprecio, pero ahí también hubo gente que vio la oportunidad de salir de una vida con escaso horizonte. La tierra da muy poco a los agricultores y al mismo tiempo les exige muchísimo trabajo. Y de repente a este señor le surge la posibilidad de hacer un buen negocio. Calculó mal, como hicieron tantos otros que emprendieron negocios en la burbuja. Toda esa generación que se subió al carro del ladrillo fue, en parte, responsable de la situación posterior, aunque detrás había unos políticos y una economía con mucha más responsabilidad. En cualquier caso, todos participaron en la fiesta hasta que la fiesta se fue al garete. Y el fin de fiesta se lo comió la gente joven.

PE: Es decir, la generación de Alma.

IB: Y de ahí la pregunta de: ¿qué estáis haciendo? Que es lo que le dice Alma a su tío. ¿Qué panorama nos habéis dejado? Hay un enfado natural. Pero la película también tiene otro mensaje, el de intentar comprenderse. Es por lo que el abuelo de Alma tiene que morir: para que ella y su padre se puedan acercar. Alma se pone en la piel de su padre: sí, hizo las cosas mal, pero pensaba que las hacía bien. Yo creo que el enfrentamiento no lleva a ningún lado, no hace avanzar. Y hoy lo vemos alimentado, incluso se habla de una 'guerra intergeneracional'. Siempre que hay una guerra hay gente que sale ganando, y no son los que están enfrentados. Divide y vencerás. Mientras me peleo con mi padre no me peleo con el responsable de lo que está pasando y el que podría cambiar las cosas. No podemos dejarnos arrastrar a eso.

También la lluvia (Icíar Bollaín, 2010)

PE: Saltemos a tu película También la lluvia, que presenta una complejidad narrativa muy particular. Funciona como una especie de muñeca rusa: es la historia de un rodaje de cine que pretende recrear la conquista de América en la Bolivia contemporánea, durante la llamada ‘guerra del agua’. Dentro de ese laberinto de espejos, en el cual el pasado se refleja en el presente y viceversa, ¿dónde situarías el corazón de la película? ¿En qué deberían fijarse más los estudiantes?

IB: Como dices, la película propone varios temas. Uno de ellos es la mirada decolonial hacia la conquista de América. Es decir, ponerse del otro lado. España, a diferencia de otros países, sigue siendo muy reticente a mirar su cultura colonial. Pero la realidad es que Colón fue el primero que tuvo esclavos en el Nuevo Mundo. Por otro lado, la película hace una crítica a la actitud con la que los cineastas de hoy llegan allí, que también tiene algo colonial. Es aprovecharse de un lugar barato. Esas dos cuestiones deberían dar para reflexionar y cuestionar la narrativa que seguimos teniendo con respecto al colonialismo. Pero también está el tema del agua. El guion de Paul equipara el agua de hoy al oro de entonces. Como muestra la película, en Bolivia hubo una guerra del agua. Y ese tema, por ejemplo, se puede conectar con los centros de datos que hoy se instalan por doquier y que nos permiten usar cosas como los motores de búsqueda o la inteligencia artificial. Son inmensos consumidores de agua y electricidad. Se me ocurre que los profesores podrían buscar lo que está sucediendo alrededor Santiago de Chile, donde se están construyendo varios de esos centros de datos. Allí el agua es privada a excepción de algunos acuíferos, y los centros de datos están 'chupando' precisamente de ese agua pública. Por eso personas sin grandes recursos se han organizado para defender su agua y formar parte de las decisiones gubernamentales sobre los centros de datos. La nueva guerra del agua está pasando allí.

PE: A propósito del tema de la mirada hacia el pasado colonial y su presente, resulta muy significativo el cambio que experimenta el productor de esa película sobre la conquista.

IB: Es muy bonito lo que le pasa al personaje de Luis Tosar. Es eso de que, cuando conoces una realidad, resulta muy difícil ignorarla. Por contra, el director que encarna Gael García Bernal no quiere saber nada de la realidad de hoy, porque está pensando en la de hace 500 años. Le importan los indígenas de entonces pero no los de hoy, tiene ese egoísmo ciego del creador. Pero el productor, que aparentemente es el cínico que se frota las manos porque va a poder hacer una película 'cara' con poco dinero, de repente conoce una realidad. Se encuentra con una mujer que le pide ayuda. Y entiende que nunca más se va a poder mirar al espejo si no hace algo ahora, sabiendo que podía hacerlo.

También la lluvia (Icíar Bollaín, 2010)

PE: Tu película Te doy mis ojos fue pionera en el retrato realista de la violencia contra la mujer y de la dificultad que encuentran muchas víctimas de salir de esa situación. Desde su estreno en 2003 ha llovido mucho y la perspectiva sobre esta lacra ha ido cambiando, ¿crees que llamadas de atención como la de la película han podido influir en ello?

IB: Creo que la película llegó en un momento muy oportuno, cuando la sociedad empezaba a abrir los ojos ante una realidad que estaba ahí pero que era privada. En 1997 sucedió el caso terrorífico de Ana Orantes, una mujer que fue a un programa de televisión a contar que llevaba muchos años siendo maltratada por su marido, y que cuando volvió a casa su marido la quemó viva. Aquello fue una conmoción nacional que destapó algo de lo cual solo hablaban las asociaciones que trataban de dar protección a las mujeres maltratadas. Pero no se daban cifras, a pesar de ser un tema de salud pública. Te doy mis ojos se estrenó en un momento en que la gente necesitaba y reclamaba más información. Porque había muchos estereotipos. Por ejemplo: 'esto le pasa a la gente de clase baja'. La realidad es que la violencia de género es estructural y se da en todos los ámbitos sociales. Por eso la película tuvo esa repercusión, tanto de público como de premios. Y me llena de orgullo que se haya utilizado como ilustración en diversos ámbitos, incluso en la policía. Porque permite entender lo que le pasa a una víctima cuando llega a declarar, qué está sintiendo y por qué es tan difícil que lo comunique. O el ciclo de la violencia según el cual el marido es violento pero luego pide perdón y vuelve esa especie de enamoramiento y de nuevo el maltrato... Las mujeres víctimas eran muy incomprendidas: 'te pegan y luego vuelves con él'. En ese sentido, la película vino a poner algo de luz sobre este problema social que, por desgracia, seguimos padeciendo.

PE: Si hicieses una película sobre el tema hoy, ¿en qué cambiaría tu enfoque?

IB: Creo que la dinámica del fenómeno es la misma, pero hoy me iría a alguien mucho más joven. Me intentaría acercar a los adolescentes. Porque en ellos ves una rabia y una inseguridad que son propias de esa edad pero que también son alimentadas por las redes, por mensajes que las favorecen. Y hay más cosas. El porno es muy violento, por ejemplo. También hay una especie de vuelta a los valores del hombre macho, del hombre que manda. Lo positivo del momento actual es que la sociedad es mucho más consciente del problema y que este aparece en los titulares, lo cual no sucede en otros países. Pero yo creo que me acercaría a una pareja más joven. Y sin demonizar a nadie, buscando entender por qué está bajando la edad de la violencia de género.

Te doy mis ojos (Icíar Bollaín, 2003)

PE: En estos tiempos de inteligencia artificial capaz de generar vídeos hiperrealistas, ¿cómo animarías a un niño o joven a coger una cámara y usarla para contar una historia?

IB: Tengo la sensación de que hay mucha burbuja con la inteligencia artificial. Es una herramienta fantástica que, en realidad, ya llevamos muchos años usando. En respuesta a la pregunta, de entrada creo que salir a la calle y hacer cosas 'físicas' siempre es bueno. Si no, te quedas en tu cámara de eco. Y la propia inteligencia artificial es ese eco, porque no hace más que regurgitar imágenes previamente creadas. Por su propio diseño, al menos en lo que respecta a la generación de textos, lo que hace es buscar la palabra que probabilísticamente deba seguir a la anterior. Es decir, no piensa. Creo que deberíamos empezar a caernos del guindo sobre esto. Los resultados de esta IA son muy rápidos e impresionantes por la apariencia de haber sido creados por un humano, pero no hay nada humano detrás. Con las imágenes pasa lo mismo. Lo cierto es que la creatividad surge de lo improbable. Esa chispa inesperada es justo lo contrario de lo que busca la inteligencia artificial. Si quieres algo verdaderamente original, va a tener que seguir haciéndolo un humano. La creación es algo muy intuitivo y la máquina carece de intuición. Las ideas nos vienen de los sitios más insospechados, muchas veces del contacto con otras personas. Y con frecuencia no sabemos adónde nos están llevando. Todo ese proceso es insustituible.

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