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Fernando Fernán Gómez, la genialidad del cineasta (2 de 2)
Publicado el 18/07/2024
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Como director, Fernando Fernán-Gómez tuvo una singularidad extraordinaria, pues sus propuestas cinematográficas provenían de muchas fuentes pero no se parecían a ninguna. Eso le hizo conseguir algo que pocos tienen: un estilo propio.

Su debut detrás de las cámaras fue Manicomio (1953), un claro ejemplo de cine underground (como el propio director la definiría años más tarde). Fernán Gómez pensó que al dirigir una película baratísima –aunque lo hiciese mal y recaudase lo mínimo–, algo obtendría… pero no fue el caso. Todo partió de un concurso de guiones que organizaba el Sindicato Nacional del Espectáculo y para el cual él escribió un guion. El premio era en metálico y se ofrecía una pequeña ayuda para poner la película en pie. Lo cierto es que no ganó el premio, aunque se quedó con la idea de realizar la película. Finalmente el proyecto pudo llevarse a cabo por el aplazamiento de otro proyecto, Aeropuerto (Luis Lucía, 1953), aprovechando los decorados que ya estaban montados y los actores –que aunque hacían papeles pequeños, eran importantes.

Fernán Gómez se convirtió en productor de su primera aventura como director –compartiendo la dirección con Luis María Delgado, un ayudante de dirección muy competente. Financiando la producción, desarrolló la tentadora idea de mezclar el relato de Edgar Allan Poe El método del doctor Alquitrán y del profesor Trapaza con los de Aleksandr Kuprín, Una equivocación, Leonid Andréiev, El médico loco, y Ramón Gómez de la Serna, La mona de imitación. ¡Por fin, un intento serio de llevar un texto de Gómez de la Serna a la pantalla grande! El final de la película es memorable, pues se afirma que en la España del año 52, el sitio ideal para vivir es un manicomio. Con todo, no se ganó ni se perdió dinero: fue un experimento que le valió como experiencia de lo que era dirigir. En este sentido, no hay que olvidar que, posiblemente, el director que más enseñó a Fernán-Gómez fue Pedro Lazaga.

El extraño viaje (Fernando Fernán Gómez, 1964).

Saltemos una década y vayamos a sus dos obras maestras como director: El extraño viaje (1964) y El mundo sigue (1965). Para ponernos en contexto, conviene señalar que ambas películas se producen cuando Manuel Fraga ha llegado al Ministerio de Información y Turismo y ha nombrado a José María García Escudero –gran admirador de Fernán Gómez– como director general de Cinematografía y a Florentino Soria –amigo y colaborador de Fernán-Gómez– como subdirector. Ambas películas decepcionaron a García Escudero, pues las consideró cine malo y opuesto al anterior –algo que Fernán-Gómez jamás comprendió. Es posible que García Escudero pretendiese, con la creación del 'nuevo cine español', encontrar algo parecido a lo sucedido en Francia con la nouvelle vague pero en versión española, y llevando a cabo cierta censura en función de la temática. También es posible que este ánimo de ayudar a las nuevas corrientes de cine español perjudicase a ambos proyectos, pues eran contrarios a las corrientes que se intentaban proponer.

Centrémonos en El extraño viaje (1964): se trata de una historia basada en un acontecimiento real que llamó la atención del director Luis García Berlanga, y al que Pedro Beltrán y Manuel Ruiz Castillo dieron vida en un guion magistral. No obstante, la implicación de Fernán Gómez en el proyecto puede considerarse entusiasta, pues se sintió plenamente implicado e identificado con el proyecto. En este sentido, resultan muy ilustrativos los chistes privados de los cuadros que aparecen en la casa familiar o el propio cambio de título: en un principio se iba a llamar El crimen de Mazarrón, pero por razones 'turísticas' se cambió a El extraño viaje.

La magnífica elección de Rafaela Aparicio –en un papel que sería constante a lo largo de su carrera– o de Jesús Franco –en una interpretación portentosa–, junto con Tota Alba y Carlos Larrañaga, consiguieron un registro muy original que es, en buena medida, responsable de la originalidad de El extraño viaje.

El extraño viaje (Fernando Fernán Gómez, 1964).

Lamentablemente la productora, que era a su vez distribuidora, decidió que la película no debía ser exhibida –aunque hoy nos cueste encontrar el sentido de dicha decisión. Por ello, un proyecto de Fernán Gómez como director pasó a ser visto como un fracaso en potencia. Curiosamente –la vida es así–, la misma gente que había catalogado El extraño viaje como fracaso le entregó a Fernán-Gómez el premio del Círculo de Escritores Cinematográficos por la película y, además, se revisó su obra en la Filmoteca Nacional que, por aquel entonces, dirigía Florentino Soria.

En cuanto a El mundo sigue (1965), el romance de Fernán Gómez con la novela homónima de Juan Antonio Zunzunegui provenía de tiempo atrás. Ya intentó adaptar aquel portentoso texto –novela río– que era La vida como es, pero el proyecto quedó en el cajón. Cuando decidió adaptar El mundo sigue, en un principio solo tenía la idea del hombre al que le toca la quiniela y un premio que es escaso. No eran muchas páginas, aunque en un segundo tratamiento ya introdujo, de forma sintética, el resto de la novela.

Su primera idea fue la de planteársela a los productores de su película La venganza de Don Mendo (1961), quienes, muy educadamente, le respondieron que esa historia era justamente lo opuesto de lo que querían hacer. La censura del anterior ministro de Información y Turismo, Gabriel Arias-Salgado, había prohibido el guion de El mundo sigue, pero Fernán Gómez volvió a presentarlo cuando llegaron Fraga y García Escudero, en aquellos primeros momentos en los que había cierta ilusión por que la situación cambiase…

El guion logró pasar la censura, aunque con muchísimas restricciones. Como curiosidad, en la primera página –y subrayado– se indicaba que los diálogos eran Juan Antonio de Zunzunegui de la Real Academia Española… y, significativamente, los diálogos fueron lo más censurado. La calificación de la película, una vez concluida, fue mala, y eso dañó su promoción. Con todo, fue una de las pocas películas producidas por Fernán Gómez que no fue mal en taquilla: beneficio pequeño, pero beneficio al fin al cabo…

El mundo sigue (Fernando Fernán Gómez, 1963).

El mundo sigue presenta muchísimas peculiaridades como ejercicio narrativo, pues la historia se desarrolla mediante un flashback partiendo de la escena inicial y el radiocasete. Se trata, en cualquier caso, de una película insólita en el cine español, con el deseo, la moralidad, la muerte y la envidia como cabezas de cartel. El proyecto no deja de ser un auto-regalo de Fernán Gomez a sí mismo, pues se cumplían sus bodas de plata en el mundo del espectáculo. Como muestra de todo lo que puede suceder en un rodaje, señalaremos que el plano final del suicidio estaba planificado en un solo plano secuencia, pero que, por diversas circunstancias, tuvo que hacerse en diecisiete planos (y quedó de maravilla).

Por último, veamos dos auténticas extravagancias en la filmografía como director de Fernando Fernán Gómez. La primera es la ya mencionada La venganza de don Mendo (1961), basada en la obra teatral homónima de Pedro Muñoz Seca, en la que nuestro cineasta no tuvo reparo alguno en traducir la propuesta escénica que realizase el inglés Laurence Olivier en su adaptación de Enrique V (1944) a una España reconocible –a su vez, el cineasta francés Éric Rohmer empleó la misma estrategia de Fernán Gómez para su Perceval el galés (1978).

Se trata de un proyecto especialmente meritorio, pues conviene remarcar que Fernán Gómez solo fue escogido como actor pero que, tras la renuncia del director, César Fernández Ardavín, se le ofreció también este puesto. Fernán Gómez pidió unas semanas para pensarlo, porque si bien solía aceptar cualquier papel como actor aunque no le interesase –como era el caso–, como director sus premisas eran otras. Dándole vueltas, consiguió cambiar el enfoque de la historia y transformarla en una sátira de cartón piedra. Para que el resultado tuviese más calado en su propuesta artificial, consiguió convencer a los productores de que el blanco y negro fuese sustituido por el color, de manera que el artificio fuese aún más manifiesto. De ese modo realizó una película muy original en el panorama español, que no solo fue un gran éxito en su momento sino que, además, sigue sin pasar de moda.

La venganza de Don Mendo (Fernando Fernán Gómez, 1961).

Por su parte, ¡Bruja, más que bruja! (1977) fue un experimento fabuloso que quizá haya envejecido mejor de lo que se creyó en su recepción inicial. Para la escritura Fernán Gómez se reúne de nuevo con su amigo y coguionista Pedro Beltrán y juntos conforman una idea tan original como valiente, aunque en apariencia –y debido a cierto fervor por la zarzuela– podía resultar poco arriesgada. Con la parodia a un género concreto como eje dominante y el cine neorrealista italiano como bandera y motor creativo –que consigue aderezar con matices tan autóctonos como la ya citada zarzuela–, Fernán Gómez fue capaz de componer una película novedosa, ingeniosa y arriesgada. Cuesta reconocerse en musicales americanos, pero ¡Bruja, más que bruja! consigue, a través del humor y de una dirección aparentemente modesta, filmar una realidad reconocible de la España rural y no tan rural.

Religión, infidelidad, crimen, pasión, superchería… estos son los elementos sobre los que se reelabora continuamente la acción. De nuevo la historia parte de una noticia real bastante truculenta –y muy próxima a la de El extraño viaje–, con elementos dramáticos que, exagerándose, podían llevar a una comedia –aunque no tuviese la 'mala leche' de la mencionada película. Si a esto se añade ese aspecto rural que, en cierta manera, evoca la película Oklahoma (1955) de Fred Zinnemann, nos encontramos, nuevamente, con algo muy diferente a lo realizado hasta el momento en España.

Estos cuatro ejemplos bastan y sobran para entender por qué Fernando Fernán Gómez fue uno de los directores más originales, arriesgados y críticos que tuvo el cine español a lo largo de la segunda mitad del siglo XX.

Películas mencionadas


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