«Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor».
Winston Churchill (1940)
Esta frase que el Primer Ministro británico, Winston Churchill, pronunció en su primer discurso en la Cámara de los Comunes el día 13 de mayo de 1940, consiguió motivar y unir a laboristas y liberales, inaugurando una nueva época en la política internacional en el curso de la Segunda Guerra Mundial.
El discurso, radiado por la BBC, ha sido referente y fuente de inspiración para politólogos y profesionales de la oratoria y de la formación de portavoces. El cine nos ha contado la vida y obra de este político, periodista, estratega y escritor, considerado por muchos como uno de los mejores oradores de la historia contemporánea. Su «
no tengo nada que ofrecer excepto sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor» consiguió resumir en un lenguaje directo y sincero lo que el pueblo británico necesitaba escuchar en aquel momento crítico de la historia. Recomiendo la película
Churchill (2017) dirigida por Jonathan Teplitzky e interpretada por Brian Cox.
Y es que hablar en público, construir un mensaje que refleje lo que queremos comunicar, ser capaces de llegar a diferentes audiencias y provocar en ellas una reacción, no es tarea fácil. Ni siquiera para aquellos que tienen experiencia en esta función. En la habilidad para transmitir un mensaje, el 90% es método y solo el 10% es innato.
Por lo tanto, necesitamos preparación y ensayo antes de enfrentarnos a nuestro público, sea cual sea su perfil. No importa que nos dirijamos a nuestro grupo de trabajo, al equipo directivo o a la fuerza de ventas, que demos una master class, o que el auditorio sean nuestros alumnos. Los pasos a seguir son similares y la improvisación está prohibida.
No parece que nadie se lo explicara al gran José Isbert en Bienvenido, Mister Marshall (Luis García Berlanga, 1952).
En mi experiencia profesional en cursos de formación de portavoces, presentaciones eficaces o cómo hablar con medios de comunicación, el audiovisual en general y el cine en particular ha sido una fuente imprescindible para ejemplificar cómo hay que estructurar el mensaje y cómo manejar la comunicación no verbal, tan importante o más que el contenido.
Baste recordar que lo que decimos logra un 10% de impacto. Cómo lo decimos (entonación, ritmo, volumen), entre un 35 y 40% de impacto; y la comunicación no verbal (postura mirada, gestos), consigue entre un 50% y un 55% de impacto en la audiencia.
Empecemos con el mensaje, con lo que queremos comunicar. ¿Qué queremos conseguir? ¿Motivar, reivindicar, solidarizar, enaltecer, tranquilizar? Una vez definido el objetivo, el paso siguiente es cómo lo contamos. ¿Utilizando storytelling, con historias personales? En este sentido, resulta muy recomendable ver y oír el discurso de Steve Jobs en la Universidad de Standford en 2005:
La cinematografía es una fuente inagotable de referencias y recursos en este sentido.
Un buen ejemplo es la película El gran dictador (1940), de Charles Chaplin, con un mensaje que va in crescendo hasta llegar a un final que enardece a la multitud. Igual ocurre con el discurso que precede a la batalla final de la película 300 (2006),dirigida por Zack Snyder y protagonizada por Gerard Butler. Su estilo de comunicación en este caso, conocido como laconismo, está basado en la argumentación breve, concisa e irónica, y es un magnífico ejemplo de oratoria y de comunicación que, igual que en el caso anterior, consigue un mismo resultado. Igual sucede en El lobo de Wall Street (2013), dirigida por Martin Scorsese y protagonizada por Leonardo DiCaprio.
Volviendo al Reino Unido y a la época de Churchill, nos encontramos con un magnífico referente cinematográfico de comunicación en una película precisamente basada en la dificultad de comunicación a través del lenguaje. Me refiero al El discurso del rey (2010), dirigida por Tom Hooper y protagonizada por Colin Firth. La tartamudez del duque de York, que se convirtió en el Rey Jorge VI, es, sin duda, un hándicap adicional para todos los problemas que supone hablar en público. Esta espléndida película demuestra que es posible conseguirlo con método, «esfuerzo y, posiblemente, lágrimas».
El lenguaje no verbal, como se ha mencionado anteriormente, es tan importante como el contenido del mensaje. El cuerpo es el reflejo de las emociones, por lo que la postura, la mirada, los gestos, las manos, los movimientos, dicen mucho más de lo que pensamos y que, normalmente, en nuestras intervenciones no solemos tener en cuenta.
El arte de hablar en público debería trasladarse a las aulas. En España, frente a lo que ocurre en Estados Unidos, por poner un ejemplo, no se le da importancia a la preparación de hablar en público, de debatir. Lo que debería formar parte de la estructura del aprendizaje habitual que tiene que ver con el desempeño de determinadas competencias que serán determinantes para el futuro profesional de los alumnos. No solo es romper el miedo a hablar en público, muy habitual en muchas personas, sino que también ayuda a estructurar los mensajes, transmitir ideas, saber escuchar, ser capaz de improvisar o rebatir con inteligencia posturas contrapuestas, sin olvidar la comunicación no verbal, que es tan importante como lo que se dice, como ya se ha mencionado.
Los docentes tienen un papel clave en esta situación. Algunos se centran en el contenido, pero no en cómo se transmite. Esto debe cambiar.
El club de los poetas muertos (1989), dirigida por Peter Weir y protagonizada por Robin Williams, es un buen ejemplo de cómo utilizar la comunicación no verbal en una presentación en el aula enseñando poesía. Eso sí, poco convencional.
Otro ejemplo en este sentido es Le brio (2017), también conocida como Una razón brillante, dirigida por Yvan Attal e interpretada por Daniel Auteuil y Camélia Jordana, en la que un profesor ayuda a una alumna a prepararse para un concurso de debate nacional.
La lengua de las mariposas (José Luis Cuerda, 1999), protagonizada por Fernando Fernán Gómez, nos presenta una forma diferente de comunicación entre el profesor y alumno, en un momento histórico español difícil.
Otra referencia interesante es A viva voz (2016), un documental de Stéphane de Freitas en el que alumnos de la Universidad Seine-Saint-Denis son preparados por profesionales de diferentes actividades para un concurso del mejor orador del año.
«Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor». De esta frase me quedo con «esfuerzo, lágrimas (algunas veces) y sudor» para el aprendizaje de hablar en público, y con el cine. Siempre con el cine.
Películas mencionadas