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Autor/a: Charo Moreno
Los debates, ¿se ganan o se pierden?
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«Cuando el debate se ha perdido,
la calumnia es la herramienta del perdedor
»

Sócrates (siglo V a. C)

Antes del debate previo a las últimas elecciones españolas (del 23 de junio de 2023), que mantuvieron el entonces candidato a la Presidencia del Gobierno y actual presidente de España, Pedro Sánchez, y el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, el director del diario El Independiente, Casimiro García-Abadillo, escribía que los debates «no se ganan, se pierden» y que «un desliz, una metedura de pata o una salida de tono pueden condicionar el resultado final».

A mi juicio, lo que se ganan o se pierden de verdad son las elecciones, no los debates, aunque estos resultan muy interesantes desde el punto de vista de la comunicación. Y es que en todos ellos se puede apreciar una constante, casi una obsesión, proclamada por los medios de comunicación, tertulianos y líderes de opinión, que anticipan y sentencian quién sale vencedor de la contienda.

Lo cierto es que, según los expertos en demoscopia, los debates no suelen influir en el sentido general del voto, aunque tienen gran importancia para los ‘indecisos’, pudiendo inclinar la balanza hacia alguna de las opciones que concurren en las urnas. Por tanto, sí pueden acabar condicionando el resultado final.

Cicerón denuncia a Catilina de Cesare Maccari, 1889 (Wikipedia)

¿Cuál es el punto cero de un buen debate? Sin duda alguna, el contenido en sí: la argumentación, la contraargumentación y, por supuesto, el esquema básico de cualquier desarrollo de idea o narración: principio, nudo y desenlace.

Dicho esto, si a la palabra ‘debate’ le añadimos el adjetivo ‘político’ o ‘electoral’ nos estamos quedamos cortos, porque esta misma técnica de comunicación se ha utilizado y se utiliza en el campo jurídico, filosófico y económico, así como en muchas otras disciplinas. Y el objetivo es el mismo: convencer, persuadir al espectador de que nuestros argumentos son los válidos y verdaderos.

La persuasión a través de la retórica viene de lejos. Los primeros manuales al respecto se escribieron en Siracusa (Córax y Tisias) en el siglo V a. C. Pero es en Atenas donde realmente llega a tener una gran incidencia en la vida pública. Tisias definía la retórica como «el arte de hacer creíble lo posible».

Sócrates enseña a Alcibíades de Marcello Bacciarelli, 1776 (Wikipedia)

A lo largo de los siglos, nombres como el de Protágoras, considerado el padre del debate, Sócrates, Platón o Aristóteles, a los que siguen pensadores como San Agustín y otros, han venido a demostrar cómo los enfrentamientos intelectuales y dialécticos han marcado el curso del pensamiento humano.

Sócrates, el biopic televisivo que dirigiera el italiano Roberto Rosellini en 1971, nos da un buen ejemplo de cómo hacer que la retórica forme parte de una formación basada, en este caso, en la búsqueda de la verdad. Especialmente recomendable es el discurso de Sócrates durante el juicio que le condena a muerte (minuto 20:39).

Sin embargo, cuando la verdad no es tan importante como vencer al contrario, la utilización de la retórica también sirve. En la miniserie italiana San Agustín (Christian Duguay, 2010), donde el papel de Agustín de Hipona es interpretado por Alessandro Preziosi (en la etapa joven) y Franco Nero (en la etapa adulta), vemos cómo una buena argumentación y un magnífico discurso en el juicio salva a un hombre. Pero finalmente resulta que es culpable y acaba matando a su mujer… tremendo desenlace.

Un debate no se improvisa, sino que se debe preparar con la misma precisión que un discurso, teniendo en cuenta además los posibles contraargumentos que puedan hacer los oponentes.

Por otro lado, la estructura de los debates televisados está acordada de antemano. Se pactan los temas a tratar, el tiempo de los bloques, la puesta en escena, la ubicación de cada candidato, la altura de las sillas, y hasta el moderador o moderadores. Porque todo comunica, todo suma o resta al contenido y al relato y es perceptible por la audiencia.

Cartel de El candidato (Wikipedia)

Hollywood no ha sido ajeno a todo esto. Y posiblemente una de las películas de que mejor haya mostrado todo lo que está delante y detrás de un debate sea El candidato (Michael Ritchie, 1972), protagonizada por Robert Redford. Este más que interesante drama político permite apreciar los entresijos y la puesta en marcha de una campaña electoral, la preparación del debate (tanto en el contenido como en la comunicación no verbal), el papel crucial de los asesores, las encuestas... y, por supuesto, el debate en sí, que se desarrolla con tres periodistas y dos oponentes.

A la izquierda, el cartel de Abraham Lincoln, de D. W. Griffith (1930); a la derecha, el de Lincoln, de Steven Spielberg (2012) (Wikipedia / Wikipedia).

Desde siempre el cine ha tenido claro que los debates políticos y las campañas electorales podían producir argumentos de éxito, y hoy contamos con una larga lista de películas y series que han tratado estos temas. La primera película sonora de D. W. Griffith, Abraham Lincoln, estrenada en 1930, muestra el tipo de debate que se conoce como Lincoln–Douglas. Con ese mismo protagonista, pero en una versión mucho más reciente (y dirigida nada menos que por Steven Spielberg), Lincoln muestra, además, los esfuerzos del 16º presidente estadounidense por hacerse con unos votos que se necesitan para conseguir un escaño en el Senado.

Desde 1969, año en que John F. Kennedy se enfrentó a Richard Nixon en el primer debate presidencial televisado del mundo, los debates entre candidatos se han convertido en un elemento imprescindible de las campañas políticas estadounidenses.

Este memorable debate entre el entonces vicepresidente Nixon y un joven Kennedy sigue siendo uno de los casos más utilizados por politólogos y expertos en comunicación, tanto por el contenido de los discursos como por la comunicación no verbal, que tanto suma o resta al contenido.

En este caso, la comunicación no verbal jugó a favor de Kennedy. Los que escucharon el debate por la radio consideraron que Nixon había vencido a un adversario más joven e inexperto, pero los que lo siguieron por televisión consideraron que Kennedy fue el vencedor. De nuevo, la puesta en escena, la comunicación no verbal y los medios audiovisuales fueron decisivos.

Con el biopic Nixon (1995), el siempre inquieto cineasta Oliver Stone llevó a la gran pantalla la vida del 37º presidente de los EEUU, teniendo además al oscarizado Anthony Hopkins como protagonista. Esta película, no obstante, se centra más en la vida y la carrera del político que en su histórico debate con Kennedy.

Imagen de Ciudadano Kane (Wikipedia)

Vemos pues que los medios de comunicación tienen una importancia y una contribución nada desdeñable a la hora de interpretar o hacer lectura de los debates. No todo el mundo sigue los debates en televisión, pero quienes lo hacen también quieren corroborar sus impresiones al día siguiente en los medios de comunicación. Los que no los ven, por supuesto, también se nutren de esa información a posteriori para formarse una opinión.

El cine también ha encontrado un filón en las denuncias que los medios de comunicación pueden hacer ante los escándalos y las malas prácticas de los políticos y candidatos. El protagonista de Ciudadano Kane (1941), la monumental obra maestra dirigida y protagonizada por Orson Welles, ve cómo peligra su campaña cuando su oponente publica un asunto extramatrimonial.

La mentira y el chantaje constituyen el telón de fondo de La cortina de humo (Barry Levinson, 1997) o de Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula,1976). Otro reciente largometraje, también titulado en español El candidato (Jason Reitman, 2018) y con Hugh Jackman de protagonista, muestra un ejemplo más de escándalo político por una aventura amorosa que sale a la luz.

Nuestra cinematografía no ha sido tan propensa a explorar estos temas, pero tenemos un ejemplo sobresaliente en El disputado voto del sr. Cayo (disponible en Platino Educa). Esta adaptación de la novela homónima de Miguel Delibes, dirigida por Antonio Giménez Rico y estrenada en 1986, es una de las pocas películas españolas que trata directamente este tema.

Como en tantos otros aspectos de la comunicación, vemos que el cine nos puede enseñar y nos enseña mucho sobre política, campañas electorales, ideales e intrigas. En definitiva, sobre la enorme importancia de la comunicación en nuestra sociedad.

Películas mencionadas


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