El pasado 27 de diciembre despertamos con la triste noticia del fallecimiento de Patricia Ferreira en su ciudad natal, Madrid, a la temprana edad de 65 años. La muerte de esta destacada cineasta, que se curtió como realizadora de televisión antes de dar el salto a la gran pantalla, representa una pérdida notable para los amantes del cine hecho con cabeza y con corazón. Del buen cine, en definitiva.
Pues si bien Patricia nos ha dejado una interesantísima filmografía, que arrancó en el año 2000 con su debut cinematográfico Sé quién eres (nominada al Forqué a mejor película y al Goya a mejor dirección novel), intuimos que aún le quedaba mucho que decir sobre muchas cosas. No solo porque así nos lo transmitió en la entrevista sobre cine y educación que tuvo a bien concedernos, sino también porque toda su obra revela una obsesión por abordar, con pulso firme y un riguroso sentido de la narración, temas tan importantes y urgentes como la dignidad humana, la justicia y la memoria.
El compromiso de Ferreira con nuestro cine iba mucho más allá de su labor como cineasta. Además de formar parte de la Junta Directiva de la Academia de Cine, estuvo muy implicada en la educación y fue profesora de Dirección en la Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid (ECAM), entre otras. También fue una de las socias fundadoras de la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA), desde donde luchó por la igualdad en la industria. No obstante, fue detrás de las cámaras donde Patricia hizo sus mejores y más valiosas contribuciones a nuestra cinematografía.
Sin ir más lejos, fue responsable de una de las películas que más certera y dolorosamente han sabido retratar los anhelos, las ansiedades y las perturbaciones propias de la adolescencia: Los niños salvajes (2012). Este excepcional largometraje, que para muchos es el mejor de la cineasta (y que ocupa un lugar destacado dentro del catálogo de Platino Educa), triunfó merecidamente en el Festival de Málaga, cosechando la Biznaga de Oro a la mejor película y la Biznaga de Plata al mejor guion (esta última compartida con su coguionista, Virginia Yagüe), además de los galardones a actor y actriz secundarios.
En apenas ocho películas, Ferreira logró desarrollar una filmografía rica y variada como pocas, que abarca títulos tan dispares como El alquimista impaciente (2002), la ambiciosa adaptación de la novela homónima de Lorenzo Silva, o el más reciente de todos, Thi Mai, rumbo a Vietnam (2018), su incursión en la comedia con Carmen Machi y Dani Rovira. Y aunque la revisión exhaustiva de toda su obra nos parezca más que aconsejable, desde Platino Educa queremos recomendar otros dos títulos concretos a los que atribuimos un especial valor educativo (y con los que también tenemos el placer de contar).
Por un lado, el cortometraje El secreto mejor guardado, una mirada tierna pero sin concesiones al problema y el estigma del VIH en el Tercer Mundo, específicamente en la India. Junto a Binta y la gran idea (Javier Fesser, 2004), esta historia de escasa duración y grandes implicaciones constituye, a nuestro juicio, la más valiosa entre las diversas aportaciones a En el mundo a cada rato (2004), la película colectiva promovida por Tus Ojos y UNICEF de la que formó parte.
Y por otro lado, el largometraje Para que no me olvides (2005), un drama sobre la identidad y la memoria que retrata las desavenencias de una familia y su descomposición, cuyo guion vuelve a estar firmado por el tándem Ferreira-Yagüe y que contó con magníficas interpretaciones de Fernando Fernán Gómez, Marta Etura y Emma Vilarasau. Estas últimas recibieron dos de las tres nominaciones a los Goya que tuvo la película, que también compitió en el Festival de Berlín.
Con estas recomendaciones despedimos a una grande de nuestro cine que, sin haber pretendido nunca destacar, deja una huella profunda en todos los que la conocieron –fuese personalmente o a través de su obra.
Películas mencionadas